Caso no resuelto: Los asesinatos del Tylenol, el más reciente true crime de Netflix, explora en uno de los casos más polémicos y complicados de la historia estadounidense. En 1982, una tragedia sin explicación racional sacudió los cimientos de la vida cotidiana en los suburbios de Chicago. Siete personas perdieron la vida tras ingerir cápsulas contaminadas de un medicamento de venta libre, el Tylenol Extra Fuerte. Las víctimas, — una niña, adultos saludables, personas sin relación alguna entre sí — murieron repentinamente, debido a una sustancia letal: cianuro de potasio.
La docuserie, dirigida por Yotam Guendelman y Ari Pines, con la producción por el veterano de Netflix Joe Berlinger, revive a detalle este oscuro episodio. También, enfoca su interés en el punto más complicado del suceso. No hay culpables y a pesar del tiempo transcurrido, todavía no hay indicios claros sobre quién o quienes pudieron llevar a cabo el macabro saboteo farmacéutico. A través de tres entregas, Netflix desentierra un rompecabezas siniestro que no ha hecho más que generar preguntas sin respuestas.
El caso no solo dejó muertos, dejó cicatrices invisibles: miedo al acto de medicarse, paranoia al abrir un frasco de pastillas. Caso no resuelto: Los asesinatos del Tylenol no busca dramatizar innecesariamente un hecho de por sí retorcido. Más bien, reconstruye lo sucedido con frialdad analítica y una sensibilidad que conmueve sin caer en el morbo. Eso, al plantear que el inexplicable crimen es un tipo de violencia muy específica, que subvirtió la confianza colectiva en la industria farmacéutica. Mucho peor, que convirtió una rutina tan inocente como tomar un analgésico, en un posible peligro mortal.
Un crimen que sigue aterrorizando a Norteamérica


De modo que en Caso no resuelto: Los asesinatos del Tylenol el verdadero terror no radica en la violencia explícita, sino en la aleatoriedad del ataque que relata. No hubo un patrón claro. Las víctimas no compartían ni apellido, ni vecindario, ni pasado. Simplemente, estaban en el lugar equivocado, con la medicina equivocada, en el momento más trágico. La serie logra capturar esa ansiedad de lo imprevisible. Lo espeluznante no es solo que alguien haya cometido estos crímenes, sino que lo haya hecho de forma tan meticulosa e impersonal.
Tal como y como detalla la producción, las cápsulas contaminadas no distinguían entre género, raza o edad; su alcance era indiscriminado. Por lo que buena parte del argumento se basa en mostrar el hecho de que las víctimas, podían ser cualquiera. Lo que hasta entonces era una costumbre confiable — combatir una migraña con Tylenol — se transformó en una ruleta rusa farmacológica. Un fenómeno macabro que se volvió nacional y que marcó a la psiquis del país en adelante. Caso no resuelto: Los asesinatos del Tylenol revive la angustia colectiva de una nación que ya no pudo confiar ni en sus propios botiquines.


También, la docuserie relata el punto que mantiene el caso todavía como uno de los más aterradores de la historia estadounidense. A diferencia de muchos documentales sobre crímenes, este no encuentra alivio en un arresto final. Lo inquietante es precisamente la falta de cierre. El asesino — o asesinos — sigue siendo un fantasma sin rostro, y aunque hubo teorías y sospechosos, nada logró sostenerse bajo el peso de la evidencia. Lo que queda es un eco persistente: si no pudieron atraparlo entonces, ¿quién asegura que no puede repetirse?
Contar una historia trágica en primera persona


Uno de los aspectos más potentes de Caso no resuelto: Los asesinatos del Tylenol es su manera de narrar desde la cercanía. Las voces que construyen la historia no provienen únicamente de los archivos policiales o de expertos en toxicología, sino de los familiares que vivieron la pérdida de primera mano. También, los productores logran mostrar un profundo respeto por el dolor de los sobrevivientes. No hay música sensiblera ni recreaciones exageradas. Se confía en la gravedad de los hechos y en el poder del relato humano.


En paralelo, se explora el desconcierto de los investigadores, que enfrentaron una situación inédita: muertes súbitas por envenenamiento en plena era del consumo masivo. Pero el argumento, además, ofrece detalles de lo que permitió comprender el alcance de un ataque desconcertante. Un forense, al identificar cianuro en el organismo de una víctima, conectó las piezas. Fue un descubrimiento que cambió todo. A partir de ahí, la serie muestra cómo las autoridades se vieron superadas por un tipo de crimen para el que no estaban preparados. ¿Cómo enfrentar algo que podía estar en cualquier tienda, en cualquier hogar? Las cápsulas, entonces, pasaron de ser medicina a símbolo de terror.
El miedo como escenario público


La serie también introduce un componente inesperado: la transformación de Johnson & Johnson. La empresa, que fabricaba el Tylenol, se encontró en el ojo del huracán. En especial cuando tomó una decisión radical. Retirar el producto de cada estante del país, sin importar el costo económico. Fue una medida sin precedentes que, según algunos, salvó la reputación de la marca. También marcó un punto de inflexión en la historia del consumo: a partir de entonces, los envases comenzaron a incluir mecanismos de seguridad contra manipulaciones. Si hoy abrimos una botella de pastillas y notamos un sello de seguridad, es por los eventos de 1982.
La tragedia obligó a repensar toda la cadena de distribución y envasado. Este contexto empresarial, lejos de aligerar el peso del caso, lo agrava. Porque revela cuán fácil era antes alterar un producto tan común. Las cápsulas podían abrirse con facilidad, rellenarse con veneno y volver al frasco sin que nadie lo notara. La serie muestra que, en cierto sentido, la ingenuidad colectiva también fue víctima. Nadie pensaba que algo tan cotidiano podía esconder un riesgo tan extremo. Pero esa confianza ciega cambió para siempre.


Más allá de los hechos fríos, la serie también despierta algo más visceral: la desconfianza. A medida que avanza, no solo se cuestiona quién pudo haber contaminado las cápsulas, sino por qué. ¿Fue un acto de terrorismo doméstico? ¿Un experimento social? ¿Un intento de sabotaje corporativo? No faltan teorías que implican conspiraciones más profundas, tal vez incluso encubrimientos. Pero, a pesar de eso, la serie, sin caer en sensacionalismo, deja espacio para que el espectador especule.
Hoy, más de cuatro décadas después, el caso aún genera titulares ocasionales, y los nombres de los sospechosos — como el de James William Lewis — siguen circulando. Pero sin pruebas concluyentes, todo queda en especulación. Caso no resuelto: Los asesinatos del Tylenol es, irónicamente, un retrato de la incapacidad para dar respuesta a un hecho que marcó un hito. Un punto complejo que la serie muestra con inteligencia y habilidad.