Durante buena parte de su vida, el escritor Gabriel García Márquez, se negó a la posibilidad de una adaptación cinematográfica de su libro Cien años de soledad. Eso, debido a que consideraba que la obra era imposible de llevar a otro formato diferente al literario. Razones no le faltaban. La novela, que cuenta la historia de siete generaciones de la familia Buendía en un pueblo ficticio rodeado de eventos extraordinarios, parecía inabarcable. No solo por su complejidad, línea de tiempo disruptiva y sus decenas de personajes. También, por el contexto del realismo mágico de la historia.
No obstante, los primeros ocho episodios de Cien años de soledad de Netflix, demuestran que el formato episódico es el ideal, para contar un relato semejante. La serie, producida y dirigida por Alex García López y Laura Mora, toma el conocido argumento de un pueblo condenado a la destrucción, para contar temas universales. Hacerlo, además, con un respecto casi reverencial por el material original. El resultado es un recorrido por el mundo imaginado por el ganador del Nobel colombiano, lleno de detalles y guiños al complejo universo de la ficción literaria.
Pero a la vez, la producción que logra encontrar su propio ritmo y tono. El guion a cargo de José Rivera, Natalia Santa, Camila Brugés, María Camila Arias y Albatros González es lo suficientemente hábil para encontrar una dimensión nueva del texto. Eso, al tomar la idea sobre una maldición que se hereda de generación en generación, como una brillante alegoría sobre la soledad y la pérdida. Mucho más, la forma en que el deseo, la violencia y al final, la crueldad, pueden corromper a un mundo en esencia inocente. Tópicos todos que Cien años de soledad muestra en una trama detallada acerca de la vida y decisiones de sus personajes.
Cien años de soledad
Cien años de soledad convierte el espíritu de la obra original en una profunda reflexión acerca del amor, el dolor y la pérdida. Todo, en el marco de un pueblo lleno de eventos extraordinarios y personajes fascinantes. Desde su cuidado apartado visual, hasta un guion que logra sostenerse en medio de una línea de tiempo disruptiva, se trata de la obra más ambiciosa de Netflix en los últimos años.
Un complicado árbol genealógico
Por lo que la producción toma la inteligente decisión de convertir la narración, sin las pausas del libro, en capítulos muy concretos. Cada uno de los cuales relata una parte específica y esencial de la novela. El primer episodio, titulado Macondo, muestra la fundación del mítico pueblo ficticio en un conjunto de secuencias oníricas, más cercanas a lo siniestro que a la fantasía. De hecho, este primer acercamiento a la historia deja algo claro. La serie tiene un considerable interés en profundizar en la idea de una condena ancestral, capaz de extenderse a lo largo de un siglo en la vida de diversas figuras.
Por lo que el guion utiliza la misma cronología disruptiva de la novela, para explorar en varias líneas de tiempo. Lo mismo, que los diferentes sucesos que marcarán, antes o después, la vida de Macondo. La pulcra edición, a cargo de Irene Blecua y Miguel Schverdfinger, evita que la historia se haga confusa. Mucho más, al lograr establecer paralelismos entre distintos personajes, que sostienen la evolución de la trama a través de décadas de nacimientos, muertes y todo tipo de circunstancias.
La producción tiene especial cuidado, en utilizar el entorno selvático y, después, del pueblo en crecimiento como un escenario que determina la personalidad de los personajes. La cinematografía de Paulo Pérez y María Sarasvati profundiza en símbolos que muestran como Macondo y los Buendía están conectados de manera total. De modo que mientras el pueblo recién nacido florece en la esperanza, la familia encontrará sus mejores momentos. Lo mismo que la decadencia del poblado, marcará la muerte de los últimos miembros del clan.
El realismo mágico llevado al streaming
La serie, que comienza con un largo flashback del coronel Aureliano Buendía (Claudio Cataño), sigue la misma línea del libro. Por lo que el argumento, reimagina el mundo extraño, selvático y primitivo que se describe en el texto, como un paisaje misterioso. Buena parte de los mejores momentos de los primeros capítulos de la serie, ocurren cuando el argumento, muestra los puntos más oscuros de la historia. Mucho más, los hace casi sobrenaturales, en medio de una serie de enigmáticas insinuaciones de un secreto compartido.
Gradualmente, la producción se hace más luminosa, a medida que Macondo prospera y se hace un poblado pujante y vivaz. Con todo, el guion no olvida el matiz tenebroso que acompaña a sus personajes. Cada una de sus vidas está destinada al fracaso o al dolor, unidos por un hilo que conduce a un final casi apocalíptico. El argumento toma lo anterior y lo convierte en temas universales como el amor, el desengaño y la búsqueda del propósito.
Uno de los elementos más interesantes de Cien años de soledad es que, como la obra coral que es, todos sus protagonistas tienen el mismo peso en la trama. Lo que brinda brillo y un minucioso desarrollo a cada uno de ellos. De modo, que las delirantes empresas del patriarca José Arcadio Buendía (Marco González en su juventud y Diego Vásquez en su vejez) tienen su propia importancia y profundidad. Eso, más allá de ser el escenario en el que se desarrollarán varios de los giros que atañen al resto de los personajes. Lo mismo podría decirse de la gesta patriota del Coronel Buendía, el romance frustrado de Amaranta (Luna Ruíz) y hasta sucesos con un cariz mágico como la Peste del insomnio, al que la producción le dedica un capítulo entero.
Una obra destinada a perdurar
Cien años de soledad no solo capta el espíritu de la obra que adapta, un logro mayor en una novela seminal para entender la literatura latinoamericana. También, transforma el célebre realismo mágico, en una colección de imágenes oníricas que se mezclan de manera elegante, con el subtexto más mundano de la historia. El resultado es que la Colombia que muestra la serie, tiene algo de legendaria atemporalidad. Todo, entre el amor, la religión, lo esotérico, la curiosidad intelectual y la capacidad para la maravilla. Temas alrededor de los cuales, la serie construye su propio universo complejo y denso.
Pero a la vez, una evidente identidad que se conecta con el corazón de una historia compleja que se hace más dolorosa mientras avanza. A mitad de camino entre el drama, el cuento folclórico y un relato trágico sobre el sufrimiento compartido, Cien años de soledad sorprende y emociona. Al mismo tiempo, demuestra las considerables posibilidades que brindan varios de los grandes clásicos literarios de los últimos años.