Con Karate Kid: Leyendas (2025), dirigida por Jonathan Entwistle, la franquicia de Karate Kid, regresa a sus orígenes. Por lo que, de nuevo, hay un chico en problemas, que terminará por encontrar en un sensei bondadoso y en el terreno de las artes marciales, su redención. Pero además, la cinta demuestra la una extraña capacidad de la saga para resucitar.

Lo que comenzó como un relato casi accidental sobre el crecimiento personal en los suburbios de los años ochenta, ha evolucionado en una mitología transgeneracional que sigue latiendo con fuerza. Y en esta ocasión, extiende su alcance con una maniobra que ya no sorprende, pero sí conmueve. Cruzar la línea entre pasado y presente en un argumento que rinde tributo a su legado.

De modo que la fórmula del aprendiz y el maestro sigue siendo la misma. Pero ahora se mezcla con el conflicto entre estilos de vida, visiones del mundo y, por supuesto, entrenadores de ideologías opuestas. Esta es una película que no exige mucho del espectador más allá de querer disfrutar.

No obstante, a pesar de su sencillez, la cinta tiene la rara capacidad de explorar en los grandes temas de la saga sin caer en exageraciones o sensiblerías. Por lo que otra vez, el dojo es menos un lugar físico que un estado del alma. También, una forma de vencer las propias debilidades y aspirar a la fortaleza espiritual.

Karate Kid: Leyendas hace algo más que seguir los pasos de sus predecesoras. De fondo, se percibe una intención clara: no solo ampliar el escenario, sino también equilibrar el contexto espiritual de la franquicia. Por lo que el argumento toma la decisión de empezar una historia ambientada en su mundo. Esta no es simplemente una trama de patadas y rivalidades: es una síntesis de tradiciones.

La película logra una combinación interesante entre el drama adolescente del cine occidental y la mística disciplinaria del cine oriental de acción. Y por si fuera poco, se lanza a la difícil tarea de unificar la narrativa fílmica con la televisiva, uniendo los mundos de la saga original y el fenómeno Cobra Kai sin que parezca un ejercicio de marketing forzado. 

De nuevo, un alumno que entrenar

Desde el comienzo, Karate Kid: Leyendas deja en claro sus intenciones. Esto no será solo un torneo entre generaciones, sino también una búsqueda de identidad. Luego de un breve recorrido entre Okinawa y Beijing, el argumento se traslada a Nueva York para enfocarse en Li Fong (Ben Wang) un joven disciplinado, talentoso, e incómodo en su propia piel. Mucho más, al emigrar junto a su madre (Ming-Na Wen) a una ciudad desconocida y hostil. 

El guion — que podría haber sido un desfile de clichés — lo evita al brindar a sus personajes — y sus relaciones — una dimensión íntima. No hay discursos épicos, pero sí una exploración emocional honesta. La madre espera excelencia, el hijo busca aire. Ese conflicto silencioso se convierte en el verdadero núcleo de la historia. Y aunque el guion no se atreve a desbordarse con profundidad filosófica, sí logra esbozar una meditación sobre la identidad, la presión cultural y la herencia. Un terreno fértil, especialmente en un género que muchas veces sacrifica el alma por el espectáculo.

Luchar por el honor en el dojo

Li Fong no tarda en descubrir que los retos de una nueva cultura no son los únicos que deberá afrontar. En medio de las exigencias de su madre, el joven protagonista, debe enfrentar el clásico rito de paso: pelear con su enemigo. Connor (Aramis Knight) es el típico bravucón tan común en la saga, pero aunque no hay nada nuevo en la premisa, el guion se esfuerza por darle un giro fresco. Así que el enfrentamiento inicial no solo sirve para motivar al protagonista a buscar justicia. También, es un vehículo para mostrarle una tradición de aprender a través de la superación. 

El dojo no es un santuario, sino un refugio. La entrada en escena de Daniel LaRusso (Ralph Macchio) y el Señor Han (Jackie Chan) no solo amplía el universo de la saga, sino que lanza un puente emocional hacia el pasado. No solo se trata de dos figuras queridas. También recupera la historia misma dándole una segunda oportunidad a su pupilo. Juntos, estos mentores encarnan dos filosofías diferentes que, en conjunto, permiten al protagonista encontrar su propio equilibrio. En este punto, la película ya no se trata únicamente de peleas, sino del esfuerzo de un joven por encontrar su propio camino. 

Una nueva entrega para una saga nostálgica

Más allá de los golpes y los montajes de entrenamiento, lo que realmente sostiene Karate Kid: Leyendas es el conflicto interno de su protagonista. La película acierta al hacer de Li Fong un personaje en transición, que no solo lucha contra otros, sino contra la imagen que el mundo (y su madre) tiene de él. Esa búsqueda de autonomía, aunque tratada con pinceladas ligeras, ofrece momentos de verdad. ¿Por qué seguimos el camino que se espera de nosotros? ¿Qué nos define: el legado o la decisión? Estas preguntas no son nuevas, pero sí necesarias, y la película, al menos, se atreve a plantearlas entre puño y puño. 

En medio de este proceso, Li Fong comienza a entender que el combate no es una cuestión de músculo, sino de sentido. El dojo es un espejo, no un campo de batalla. De ahí que la relación entre maestro y alumno tome un cariz casi filosófico. Daniel representa la sabiduría serena; Han, la exigencia del presente. En ese contraste, Li Fong descubre algo parecido al equilibrio, en medio de un largo camino por recuperar la dignidad y enfrentar sus temores. 

Una historia sencilla para fanáticos

Por supuesto, Karate Kid: Leyendas no aspira a reinventar el género. Su ambición es más modesta, pero no menos valiosa: rendir homenaje, emocionar con sencillez y demostrar que las historias de iniciación no han perdido su poder. Es una cinta construida con piezas conocidas, pero ensambladas con afecto. Para quienes crecieron viendo a Daniel-san y el Señor Miyagi, la película ofrece un reencuentro cálido. Para quienes llegaron por Cobra Kai, una continuación natural. Y para los nuevos, una puerta de entrada. 

No hay reinvención, pero sí respeto. Por lo que podría haber sido una colección de referencias sin alma, se convierte en una historia con corazón. Y aunque no sorprende, sí consigue conmover. En el fondo, Karate Kid siempre ha sido eso: una fábula sobre encontrar fuerza donde solo hay dudas, crecer a través de la disciplina y el afecto. El legado que deja esta nueva entrega no es uno de innovación, sino de persistencia. El mensaje más sensible que la película deja a su paso.


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