Cuando somos adolescentes, tenemos una gran facilidad para hacer amigos. También en los años de Universidad. Sin embargo, a medida que nos hacemos mayores, socializar se vuelve más complicado. Sobre todo empezamos a notar este efecto después de los 30, aunque se hace más intenso con la edad. Solemos pensar que hacer amigos después de los 30 es difícil porque no tenemos tiempo y los grupos ya están hechos y cerrados. Eso es cierto, no lo vamos a negar. Pero hay un motivo mucho más profundo. Uno que se encuentra en el cerebro.

Lo han demostrado varios científicos en los últimos años, aunque el que más información ha dado al respecto lo acaba de publicar un equipo de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur. En su trabajo han participado 196 voluntarios con edades comprendidas entre los 20 y los 77 años. Los mayores cambios en el cerebro que se asocian con la falta de socialización se encontraron en los de mayor edad, pero se veían desde el principio a medida que las personas se hacen mayores.

A grandes rasgos, se puede decir que cuando nos hacemos mayores disminuye la conectividad en regiones cerebrales que normalmente se relacionan con la capacidad de socializar. Y en el fondo es normal. Cuando somos adolescentes necesitamos esa capacidad de socializar que nos hace humanos. Sin embargo, cuando somos adultos, y sobre todo a medida que envejecemos, se supone que ya hemos exprimido esos beneficios de socializar, por lo que nuestro cerebro se centra en otras cosas. No se puede discutir con el cerebro, aunque a casi todos nos gustaría hacer más amigos después de los 30.

¿Qué es ser sociable?

Antes de saber por qué nos cuesta hacer amigos después de los 30 y por qué nos hacemos menos sociables cuando envejecemos, es importante entender qué es exactamente ser sociable. Psicológicamente, las personas sociables se definen como eficaces en la comunicación, socialmente asertivas y capaces de manejar las emociones. Esto está directamente relacionado con la interacción social y la integración. 

Se ha visto que las áreas cerebrales que más se asocian con todos esos parámetros son la red de modo predeterminado, la red de atención ventricular y el sistema límbico. Es importante que estas regiones cerebrales se encuentren muy bien conectadas para que haya una buena capacidad de socialización. Pero esto no ocurre del mismo modo a lo largo de toda nuestra vida. 

Del cerebro infantil al adolescente

Los seres humanos nacemos con una gran cantidad de conexiones cerebrales, que se van cortando a medida que no las necesitamos. Podemos imaginar nuestro cerebro como un sistema de carreteras que necesitan ciertos recursos económicos para su mantenimiento. Una vez que se fabrican y comienza a pasar el tiempo, habrá algunas carreteras que tengan mucho tráfico y necesiten más mantenimiento. Sin embargo, no será posible porque parte de los recursos de mantenimiento se estarán invirtiendo en carreteras por las que nunca pasa nadie. Con el tiempo, la solución está en cortar esas carreteras por las que no pasa nadie para dedicar más recursos al resto.

Con nuestras conexiones neuronales pasa lo mismo. A medida que nos hacemos mayores, habrá conexiones que no se usen en absoluto y otras que se usen demasiado poco. En cambio, habrá conexiones muy utilizadas. Por eso, en la adolescencia se pone en marcha un proceso conocido como poda sináptica, que consiste básicamente en eso: cortar conexiones que no se utilizan.

Este es el motivo por el que se dice que en la adolescencia se refuerza nuestra personalidad, a la vez que somos más vulnerables a los cambios. Todo eso hace aún más necesaria nuestra capacidad de pertenecer a un grupo, de sentirnos acompañados. Nos forjamos como personas y como animales sociales. Al fin y al cabo, eso es lo que somos los humanos.

El importante papel de la oxitocina

Por este motivo, además de cortarse todas esas conexiones, nuestro cerebro se hace más sensible a la oxitocina. Esta se conoce como la hormona del amor, por estar muy relacionada con el amor romántico e incluso con el orgasmo. Sin embargo, es más bien una hormona del apego, ya que refuerza los lazos que nos unen a otras personas, desde nuestra familia hasta nuestros amigos. Los adolescentes, por lo tanto, son mucho más sensibles a esa creación de lazos con otras personas.

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Los adolescentes tienen más facilidad para establecer lazos sociales. Crédito: Aedrian (Unsplash)

¿Qué ocurre después?

A medida que nos hacemos mayores, ya no es tan importante esa percepción de pertenencia a un grupo social. Tenemos otras prioridades y nuestro cerebro las facilita. 

Ya no hay más podas sinápticas, pero nuestro cerebro, que es muy plástico, sigue adaptándose, reforzando y cortando algunas conexiones neuronales. Por eso, posiblemente, se ha visto que las áreas que se asocian a la socialización tienen menos conexiones cuando nos hacemos mayores.

Antiguamente se pensaba que se debía a que cuando envejecemos también experimentamos un deterioro cognitivo que afecta a todo el cerebro. Esto también es aplicable a los 30. Lógicamente el cerebro de un treintañero no es igual que el de alguien de 70 años, pero sí que es cierto que a partir de nuestra tercera década debemos reforzar nuestro trabajo mental, pues empiezan muy poco a poco el declive cognitivo. Sin embargo, los científicos de Singapur han visto que esto no es exactamente así.

Entonces, ¿por qué nos cuesta hacer amigos después de los 30?

En el estudio no se vio un deterioro cognitivo general. Simplemente, se vieron afectadas las regiones cerebrales que se asocian a la capacidad de socializar. Lo comprobaron tras realizar a sus voluntarios una serie de pruebas psicológicas y de resonancia magnética cerebral. Observaron que la caída de conexiones cerebrales en esas regiones se asocia directamente a los resultados de los test psicológicos que señalan menos sociabilidad. También se relaciona con la edad, por supuesto. La caída es mayor a medida que pasa el tiempo, pero no se debe a un declive cognitivo general, sino a algo mucho más específico.

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Aunque las personas mayores sean menos sociables, es importante que socialicen. Crédito: Cristina Gottardi (Unsplash)

Por lo tanto, puede que hacer amigos después de los 30 sea complicado porque estamos ocupados y los grupos están muy cerrados. Sin embargo, nuestro cerebro tampoco nos empuja demasiado a socializar. Y lo hará cada vez menos. De todos modos, eso no quiere decir que nos vayamos a convertir en personas hurañas ni que eso sea bueno para nosotros. Somos animales sociales desde el día que nacemos hasta el que morimos. Disfrutar de nuestra capacidad para socializar con otras personas será siempre muy beneficioso para nosotros. Simplemente, con los años somos más selectivos con nuestros grupos sociales. Si los elegimos bien, eso también es muy bueno. 


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