Todos hemos escuchado alguna vez eso de “no te rasques que es peor”. Es fácil decirlo cuando no eres la persona a la que le pica, ¿eh? Pero la realidad es que cuando nos lo dicen, tienen toda la razón del mundo. Sin embargo, todos sabemos también que rascarnos una erupción en la piel nos da una gran sensación de alivio y reducción del picor. Si evolutivamente hemos conservado ese efecto debe ser por algo, ¿no? Esta es una paradoja que ha llamado la atención de muchos científicos, pero hasta ahora ninguna de sus explicaciones parecía tan certera como la aportada por un grupo de investigadores de la Universidad de Pittsburgh.
Han realizado un estudio con ratones. Es importante dejar esto claro antes de seguir adelante, pues no es 100% seguro que sean resultados extrapolables a humanos. Sin embargo, los resultados aportan una buena solución a la paradoja del picor y el rascado, por lo que vale la pena seguir investigando en esa línea.
Cuando nos dicen eso de “no te rasques que es peor”, normalmente se refieren a que te puedes hacer una herida. O incluso te puede quedar cicatriz. Somos muchos los que tenemos alguna cicatriz por el cuerpo porque no hicimos caso a nuestra madre cuando nos insistió al pasar la varicela. Lo que han descubierto estos científicos es que, más allá de las heridas, hay otros motivos por los que rascarnos al sentir picor puede ser perjudicial. Pero también han encontrado ese beneficio por el que hemos conservado evolutivamente ese mal vicio.
Si escuece no siempre cura y si da placer no siempre es bueno
Suele decirse que cuando algo escuece en una herida es porque la desinfecta muy bien. Esta fue una creencia muy arraigada, pero está más que desmentida. Por ejemplo, hoy en día se sabe que usar agua oxigenada o alcohol en las heridas normalmente no es una buena idea. Sí que lo es desinfectar con clorhexidina. Los primeros escuecen muchísimo, la segunda casi nada. Esto lo explica muy bien la doctora Esther Samper en su libro Si escuece cura.


En cuanto al placer, es cierto que suele ir asociado a que algo es beneficioso. El placer suele ser el resultado de la liberación de dopamina en respuesta a un estímulo que a nuestro cerebro le interesa. Por ejemplo, el sexo es placentero porque nos ayuda a perpetuar la especie. Cuanto más sexo tengamos, mejor. Ocurre lo mismo cuando comemos chocolate. Nos aporta mucha energía, lo cual es evolutivamente beneficioso. Pero claro, también es cierto que comer tres pasteles de chocolate al día es bastante perjudicial para la salud. Los autores del estudio que se acaba de publicar creen que con el picor y el rascado pasa lo mismo. Cuando nos rascamos, no solo aliviamos el picor. También sentimos cierto placer. Eso debería significar que tiene cierto beneficio para nosotros. ¿Pero cuál? Esto era totalmente desconocido, pero por fin parece que estamos más cerca de la respuesta.
Ratones con picor y sin picor
Para la realización de este estudio, los autores contaron con tres grupos de ratones. Los del primer y el segundo grupo podían sentir picor con normalidad, pero los del segundo grupo no podían rascarse, ya que se les colocó un pequeño collar isabelino. En cuanto a los del tercer grupo, ni siquiera podían sentir picor, pues carecían de un tipo de neuronas esencial para ello.
Todos se pusieron en contacto a través de las orejas con algunas sustancias que se conoce que causan dermatitis alérgica de contacto. Como cabía esperar, en todos los grupos se vio que acudieron a la zona afectada unas células inmunitarias inflamatorias conocidas como neutrófilos. Sin embargo, solo los del primer grupo se rascaron. Los del segundo lo intentaron, pero no pudieron, y los del tercer grupo ni siquiera tuvieron intención de rascarse. Pero en los del segundo y tercer grupo hubo algo más que llamó su atención. Y es que sí, proliferaron los neutrófilos, pero mucho menos que en el grupo que se rascó.


Al estudiar los tres casos los investigadores descubrieron el motivo de estas diferencias. Y es que en los ratones que se rascaron, el mero hecho de rascarse provocó la liberacón de un compuesto conocido como sustancia P. Este tiene la capacidad de activar los mastocitos, que son unas células con un papel muy importante en la respuesta inflamatoria del sistema inmunitario, pues son los que se encargan de reclutar los neutrófilos y enviarlos a la zona afectada.
Pero la sustancia P no es la única que activa a los mastocitos. También lo hacen los propios alérgenos que provocan el picor. Por lo tanto, lo que estaba ocurriendo con el primer grupo es que tenían más neutrófilos porque les habían llegado por dos vías. Para empezar, a través de los mastocitos activados por los alérgenos y, además, por la liberación de sustancia P cuando se rascaron. En el segundo y tercer grupo, en cambio, solo tenían los neutrófilos procedentes de la respuesta al propio antígeno.
Antes de pasar a otra cosa, debemos recordar por qué es malo que se produzca una respuesta inflamatoria excesiva. Y es que, en realidad, la inflamación, en su justa medida, es beneficiosa. Es un componente esencial de la respuesta inmunitaria con la que nuestro organismo nos defiende de posibles amenazas. Sin embargo, cuando hay una inflamación excesiva y sostenida en el tiempo deja de ser un ataque solo para las amenazas y se convierte en un ataque para nosotros mismos. A menudo se compara al sistema inmunitario con un ejército que nos defiende de ataques. Si ese ejército fuese a caballo, la inflamación sería el suelo removido por los cascos de sus patas. Un poco de tierra movida no es algo malo, pero si es demasiada se destroza el terreno. Nuestro cuerpo es el terreno en este caso, por lo que la inflamación debe darse en su justa medida.
No te rasques, que es peor… casi siempre
Ya hemos visto que, si nos rascamos, la respuesta inflamatoria puede ser excesiva. Eso, a bote pronto, es malo. Sin embargo, los mastocitos no solo aparecen en respuesta a alergias. También forman parte de la respuesta defensiva frente a patógenos. Por eso, los autores de esta investigación pensaron que esa parte positiva del rascado quizás podría estar relacionada con ello.
Probaron a analizar las células de la piel de los ratones que se rascan y los que no y observaron que el rascado propiciaba el ataque a Staphylococcus aureus, una bacteria que puede causar enfermedades en la piel.


Por eso, rascarse ante el picor, cuando es un picor localizado, puede ser beneficioso, ya que ayuda a eliminar bacterias. Sin embargo, si es un picor crónico, llega un momento en el que los beneficios no compensan a los riesgos. Ahí está la respuesta a la paradoja. La próxima vez que te digan que no te rasques, que es peor, explica cuáles son tus motivos. Pero no te pases. Entonces sí será peor. ¡Y no te hagas heridas!