El primer capítulo de la nueva temporada de The Last of Us ha empezado a lo grande. Nos hemos puesto al día con la vida de los personajes cinco años después, pero también hemos visto cómo ha avanzado la pandemia de Cordyceps desde entonces. Ya hay algo de acción, pero no demasiada. Lo más fuerte está por venir, cómo puede verse en los últimos segundos del episodio. Te vamos a explicar lo que ocurre en ese momento, pero, lógicamente, si aún no has visto el capítulo, quizás sea el momento de guardarlo para más tarde. Vienen algunos spoilers.
Cinco años después del final de la primera temporada, Joel y Ellie tienen sus vidas asentadas en Jackson, una ciudad amurallada en la que un amplio grupo de supervivientes vive a salvo tanto de los infectados como de posibles supervivientes hostiles. Algunos grupos de personas, entre las que se encuentra Ellie, se dedican a hacer exploraciones en el exterior para asegurar que no hay amenazas cerca. Encuentran algunos zombies, como es lógico, pero todo (o casi todo) parece estar dentro de lo normal. Sin embargo, justo al final del último capítulo vemos algo que nos llama la atención. Un primer plano de una tubería en Jackson nos muestra una especie de raíces que parecen tener vida. Se mueven y, de repente, nos recuerdan a esas protuberancias que salen del cuerpo de los infectados.
En momentos anteriores del capítulo vemos cómo la población de Jackson no da importancia a esas raíces. Parecen hierbas o raicillas de plantas. Sin embargo, en este momento queda claro que no son tal cosa y que tendrán mucha importancia en lo que nos queda por ver de esta nueva temporada de The Last of Us.
¿Qué son las raíces de The Last of Us?
En realidad, lo que vemos en la tubería y el cuerpo de los infectados no son exactamente raíces. Más bien se trata de micelios.
Los micelios son agrupaciones de hifas, que a su vez consisten en una serie de filamentos que componen la unidad estructural sobre la que crecen los hongos. Toda esa maraña de filamentos se extiende bajo la Tierra, pudiendo recorrer kilómetros de distancia. Ahí, donde nadie las ve, se encargan de buscar recursos para el crecimiento del hongo, pero también se comunican unos con otros.
De hecho, se ha observado que lo hacen mediante impulsos eléctricos, de una forma parecida a como lo hacen las neuronas en nuestro cuerpo para llevar información hasta el cerebro. Pero lo más curioso no es eso. Lo más interesante es que se ha visto que incluso tienen su propio idioma. Al menos, algo parecido a un idioma.


En 2022, un equipo de científicos de la Universidad de West England colocó microelectrodos en varios puntos de un terreno colonizado por el micelio. Esto les permitió captar los impulsos eléctricos que se emitían a través de las hifas y analizar su frecuencia, amplitud y duración. Una vez recogidos estos datos, los introdujeron en un modelo matemático dirigido a detectar los patrones del habla humana. Así, vio que los impulsos no son aleatorios. Todo lo que registró se puede reducir a un total de 50 palabras, que a su vez se organizan en algo parecido a oraciones. Los hongos hablan.
Por eso es tan relevante lo que vemos en The Last of Us. Los filamentos que asoman por esa tubería en Jackson proceden posiblemente de hongos ubicados fuera de la ciudad. Eso incluye también a los infectados, pues estos se acaban convirtiendo igualmente en un hongo más. Se están comunicando y, además, han visto la manera de llegar hasta Jackson para aprovechar sus recursos.
El problema es que los recursos son las personas que viven en Jackson
No sabemos qué ocurrirá de aquí en adelante, aunque los trailers de la segunda temporada de The Last of Us ya nos habían mostrado que los habitantes de Jackson tendrán que luchar contra infectados. La ciudad dejará de ser segura y, probablemente, se debe a la capacidad del micelio para haber llegado hasta allí a través de las tuberías.


No subestimemos las habilidades de comunicación de los hongos. Esto no ha hecho más que empezar.