A veces, si hacemos ejercicio y no vemos resultados inmediatos, podemos sentirnos decepcionados. Tendemos a creer que realizar ejercicio nos ayuda a quemar muchísimas calorías y, por lo tanto, la pérdida de peso debe ser rápida. Pero lo cierto es que no es tan sencillo. De hecho, las hipótesis sobre el gasto energético asociado al ejercicio han variado mucho con los años y, de momento, se han asentado en la idea de que, en realidad, sí que es beneficioso, pero mucho menos de lo que solemos creer.

Mucho menos en el sentido de quemar calorías, por supuesto. La práctica regular de ejercicio físico tiene un sinfín de beneficios para nuestra salud física y mental. El problema es que aún creemos que la salud se mide contando calorías y eso, en realidad, es lo de menos.

Pero, dejando esto a un lado, vamos a ver qué quiere decir eso de que el gasto energético del ejercicio físico es menor de lo que creíamos. Es algo de lo que ha hablado recientemente en un artículo para The Conversation el nutricionista Dylan Thompson, de la Universidad de Bath. 

El gasto energético no depende solo del ejercicio

Uno de los científicos que más ha ahondado en el tema del gasto energético fue el antropólogo Herman Pontzer. En 2012, este investigador lanzó la hipótesis de que no notamos los efectos del ejercicio físico tan pronto como quisiéramos porque nuestro propio cuerpo lo compensa. Es decir, cuando el consumo de energía aumenta, nuestro propio organismo se regula, retirando las necesidades energéticas de otras funciones menos necesarias. Por lo tanto, no habría un aumento como tal del gasto energético.

En realidad, se sabe que pasa algo parecido con las dietas. Cuando reducimos la ingesta de alimentos, nuestro cerebro se encarga de reducir la liberación de hormonas asociadas a la saciedad y aumentar la de aquellas que nos provocan sensación de hambre. Además, se ralentiza el gasto energético de otros procesos. Así, se evita que nos quedemos sin reservas de energía. Nuestro cerebro no entiende que lo estamos haciendo a propósito.

La hipótesis de Pontzer es que con el ejercicio físico pasa algo parecido. De hecho, según él, todas las personas tienen el mismo gasto energético diario, independientemente de su actividad física. Este sería de unas 3.000 calorías al día.

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En la tribu de los Hadza son muy activos diariamente. Crédito: BrixL (Wikimedia Commons)

Llegó a esta conclusión después de realizar varios experimentos, entre el que destaca el de los Hadza. Esta es una tribu de África que mantiene los hábitos cazadores-recolectores de nuestros antepasados. Llevan a cabo una vida muy activa. Sin embargo, cuando Pontzer calculó su gasto energético, vio que no difería del que puede tener cualquier persona occidental media. ¿No les estaba sirviendo de nada ese ejercicio físico?

Todo esto tiene ciertas lagunas

El equipo de Thompson revisó en 2023 los estudios de Pontzer y encontró algunas lagunas en su investigación. Por ejemplo, comprobó que él mismo midió diferencias de 1.000 calorías en el gasto energético de un grupo de personas mayores. Eso contradice su propia hipótesis de las 3.000 calorías. 

También vieron que la mayoría de sus estudios son observacionales. Ven un hábito y unos resultados, pero no se puede establecer todo lo que influye en esos resultados, porque no se toca ninguna variable. Simplemente se mira desde fuera.

Lo ideal en estos casos es llevar a cabo un ensayo monitorizado aleatorizado. Un ensayo monitorizado es aquel en el que hay una revisión continua por parte de los investigadores. Será aleatorizado si, al hacer grupos con distintas variables, los voluntarios se distribuyen al azar entre unos grupos y otros. Las variables se van modificando individualmente y así se puede ver mucho mejor cuáles son las que alteran los resultados. Si solo miramos desde fuera, hay muchas posibles variables y no podemos saber cuál es la buena. Así se puede establecer mucho mejor cómo influye el ejercicio físico en el gasto energético.

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Los beneficios del ejercicio físico se experimentan a cualquier edad. Crédito: Centre for Ageing Better (Unsplash)

Cuando el equipo de Thompson revisó ensayos aleatorizados sobre este mismo tema, encontró datos interesantes. Por ejemplo, se vio que un programa de ejercicio estructurado y supervisado realizado hasta cinco veces por semana durante seis y diez meses aumenta el gasto energético diario. Esto ocurre tanto en hombres como mujeres, jóvenes o de mediana edad.

¿En qué quedamos? ¿Hay un gasto energético o no?

Sí hay un gasto energético asociado al ejercicio. La cuestión es que este no es tan grande como pensamos. 

Debemos tener en cuenta que a lo largo del día podemos quemar calorías de muchísimas formas. Incluso durmiendo. De hecho, una persona de unos 56 kilos puede quemar hasta 38 calorías por hora de sueño. El tiempo que pasamos haciendo ejercicio es un porcentaje pequeño de nuestro día completo. Por eso, a nivel global, se tarda en ver los resultados.

Además, Thompson recuerda que hay algo que solemos hacer y que es contraproducente. ¿Hemos hecho ejercicio y estamos cansados? Podemos pasarnos el resto del día en el sofá, pues ya hemos cumplido. Si hacemos eso, el resultado global será mucho menos perceptible. Debemos mantenernos todo lo activos que podamos. Sin acabar exhaustos, por supuesto. 

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Quemamos calorías incluso cuando estamos durmiendo. Crédito: Olly (Pexels)

Aun así, es cierto que la práctica regular de ejercicio físico nos ayuda a tener un gasto energético cada vez mayor. Solo debemos tener calma, entender que los milagros no existen y que el gimnasio no es la llave para pasar el resto del día en el sofá. 

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