Estragos de Gareth Evans es mucho más que una película de acción. Que lo es y una de las mejores del año. También, es una perspectiva fresca del género que combina la ultraviolencia, con un apartado visual experimental. Entre ambas cosas, la historia de Walker (Tom Hardy), un policía que debe enfrentar el crimen organizado con el único recurso de sus puños y su habilidad para propinar palizas, es a la vez oscura y frenética. Mucho más, cuando al alejarse de los tropos habituales sobre héroes y villanos, logra explorar en el mal callejero desde una óptica novedosa. 

De hecho, buena parte del éxito de la película, radica en que no pierde el tiempo en dar explicaciones sobre el comportamiento de sus personajes. Desde sus primeras escenas, algo está claro. Walker no quiere justicia ni tampoco quiere hacer el bien. Lo más cercano a eso que intenta llevar a cabo, es tratar de enfrentarse a una red de narcotraficantes, sin detenerse en pequeñeces como que puede salir herido o muerto. Durante buena parte de sus primeros minutos, Estragos muestra el mundo del crimen como un territorio ajeno a cualquier posibilidad de control. 

Por lo que Walker, tendrá que recorrerlo entre negociaciones, palizas y brutales escenas de violencia. Paso a paso, esta dimensión sombría de una ciudad cualquiera, se hace más salvaje y complicada. Todo, cuando el policía deba encontrar una manera de enfrentar a Clarice Fong (Yeo Yann Yann) y la guerra de bandas que lidera. Mucho más, tratar de sobrevivir lo suficiente, para hacer justicia para una víctima inocente. Además, encontrar al hijo desaparecido (Justin Cornwell) de una influyente figura política (Forest Whitaker). Un escenario cada vez más brutal que Walker atraviesa con habilidad.

Un antihéroe empapado en sangre

Lo anterior se relata sin que la película se tome un respiro, por lo que durante los primeros quince minutos, Estragos parece combinar muchas cosas a la vez. De una búsqueda llena de obstáculos que permite comprender el mundo del crimen en que se mueven los personajes, hasta un thriller sangriento. Pero haciendo equilibrio entre ambas cosas, la trama se esfuerza por parecer impredecible y lo logra. En especial, cuando Walker deberá emplearse a fondo para evitar ser asesinado y vencer a sus enemigos. Todo, sin apenas recursos y corriendo en todo momento el riesgo de morir de la manera más brutal imaginable. 

Lo más interesante es que el propio Walker, es un personaje intrigante. A pesar de su evidente fuerza física y habilidad con las armas, su principal recurso es su inteligencia. Un punto que la película destaca y que convierte progresivamente al escenario de disparos, cuchilladas y huesos rotos en un tablero de estrategia. El guion de Gareth Evans logra que la inmersión en el mundo del crimen violento con que Walker debe lidiar, también permita entender su mente. En especial, como su sagacidad, es una pieza de considerable valor en medio de los diferentes escenarios en los que debe moverse. 

Pero obviamente, la inteligencia de Walker tiene un lado oscuro y la cinta lo presenta de manera original. A medida que la violencia se hace peor, es evidente que el policía también está muy cerca de volverse una máquina de matar. O en el mejor de los casos, de simplemente perder los límites que se autoimpone. Por lo que, cada vez más nervioso, herido y enfurecido, se enfrentará, además de a Clarice, a Mia (Quelin Sepulveda), el detonador de la guerra entre bandas a la que debe sobrevivir. Un paisaje de pesadilla que se hace peor a medida que avanza la trama. 

Un nuevo tipo de película de acción

En ciertos momentos, Estragos parece excesiva en sus ambiciones por la cantidad de historias que desea contar. Pero en realidad, es un recurso para detallar todas las formas en que la violencia puede mostrarse. Particularmente, cuando la trama logra evitar ser complaciente y deja claro, que matar y morir son las únicas opciones que manejan los personajes. Mucho peor, que la línea entre hacer justicia y obtener venganza es tan tenue, que convierte a todos los personajes en potenciales asesinos. 

Y aunque su historia nunca es todo lo compleja que podría ser, la cinta es mucho más un espectáculo visual de palizas y muertes extravagantes. Gradualmente, y a medida que la guerra del crimen que atraviesa Walker se vuelve un laberinto sin salida, el personaje tomará una decisión singular. La de seguir, a pesar de la consciencia de que no podría sobrevivir la noche siguiente. Algo que hace del brillante Walker un hombre sin nada que temer, con todo que perder y dispuesto a lo que sea porque cada gota de sangre derramada valga la pena.

Para su final — que anuncia secuela — Estragos pasa la prueba de ser solo otro vehículo de lucimiento para su actor principal. Algo que lleva a la película — y su oscuro trasfondo sobre la posibilidad de la violencia como último recurso — a un punto por completo nuevo. El mensaje más interesante que la película deja a su paso. 

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