En el género de espionaje, la identidad de sus personajes es un secreto peligroso. Uno, además, de cuya revelación puede depender su vida. Esta es la premisa de Palomas negras (Black Doves) de Netflix, una combinación entre la acción, el drama y el thriller. El relato se enfoca en Helen Webb (Keira Knightley), una aparente esposa modélica de una prominente figura política inglesa. Solo que, como el argumento descubre casi de inmediato, hay muchas capas más en la vida del personaje. O mejor dicho, lo que oculta. El elemento más complicado: se trata de una espía, parte de Black Doves, una organización sin afiliación dogmática que vende información al mejor postor.
El director y showrunner Alex Gabassi aprovecha una Londres bajo la nieve para hacer el escenario en que Helen se mueve, intencionadamente confuso. Las calles cubiertas de nieve en las que su figura aparece y desaparece, se vuelven una combinación de detalles que acentúan su aire misterioso. Por lo que, de inmediato, la producción establece un punto. Helen deberá luchar por no solo mantenerse con vida, sino que los secretos que guarda se mantengan ocultos. Mucho más, cuando — como la trama revela —, de ella depende una intricada red de conexiones con la organización a la que pertenece y el poder inglés.
El guion de Joe Barton toma buenas decisiones, al momento de explorar en las motivaciones de Helen para hacer algo semejante. Una justificación que se extiende al resto de los miembros de Black Doves. A medio camino entre un práctico sentido del valor de la información, la manipulación de masas y un subtexto subversivo, el grupo intenta mantener un objetivo neutro. Algo que el argumento explora desde la idea de que todos los gobiernos abusan del poder, las herramientas de influencia y el privilegio, sin importar su postura política. Lo que hace necesario la mera existencia de Black Doves.
En medio de la política, un drama a resolver
Lo anterior, permite que la historia juegue casi de inmediato con la idea de no conocer del todo, lo que esconde cada uno de sus personajes. De hecho, buena parte de la efectividad en la trama de Palomas negras (Black Doves), proviene de su capacidad para ser ambigua. En específico, cuando Helen, deba actuar para evitar ser descubierta o peor aún asesinada. Todo, mientras se esfuerza por mantener su imagen de esposa y madre perfecta, frente a Wallace Webb (Andrew Buchan). Un elemento interesante en la serie, es su capacidad para las dobles y triples lecturas acerca de los motivos de sus protagonistas para actuar. Usando como punto central a Helen, el guion medita acerca de la lealtad en el mundo contemporáneo, así como el valor político de la información.
Todos temas complejos, que la trama consigue mezclar en una inevitable — y casi predecible — cacería humana. Cuando Reed (Sarah Lancashire), otro miembro del grupo subversivo, informe a Helen de tres asesinatos que parecen seguir la pista hasta ella, Helen deberá tomar algunas decisiones. Pero también, tratar de descubrir hasta qué punto, su identidad — y lo que eso implica — está en manos del asesino. En especial, porque una de las víctimas es su amante. Jason (Andrew Koji), se hace entonces no solo una pregunta sin responder, sino el elemento de partida para que Helen intente encontrar al culpable detrás de las muertes.
La premisa puede parecer tópica — y, hasta cierto punto, lo es —, a no ser por la forma en que la serie explora en la psicología de sus personajes. Palomas negras (Black Doves) es mucho más sus aciertos al crear un escenario creíble, que sus tópicos sobre el género de espías. El argumento logra apartarse de los clichés, al brindar una profundidad emocional y realista a su conflicto. Helen vende información, pero, a la vez, también es parte de una familia a la que ama. Por lo que la fractura entre ambas partes de su vida, la empuja a tomar todo tipo de alternativas complicadas, la mayoría de ellas desesperadas y pocas, acertadas.
Grandes actores para personajes fuera de lo común
Una de las fortalezas de la serie, es su capacidad para unir los hilos entre diferentes escenarios con decisiones arriesgadas. Como, por ejemplo, mantener oculto lo que sus protagonistas pueden o no hacer. Tanto, como espías, como parte de familias u organizaciones que no conocen sus verdaderas intenciones. De modo que Keira Knightley encarna a Helen desde su vulnerabilidad. Lo que permite, que el personaje se mueva entre una ambigüedad misteriosa y hasta peligrosa.
Lo mismo ocurre con Sam (Ben Whishaw), una especie de guardaespaldas dentro del grupo subversivo. Poco a poco, este asesino de élite, que, además, es un firme punto de apoyo para Helen — o debería serlo —, se convierte en algo más opaco. Lo que permite a la serie, moverse, entonces, hasta la insinuación de una trama relacionada directamente con la política, la influencia y las lealtades divididas. Parte del éxito de Palomas negras (Black Doves), reside en su capacidad para explorar en la idea de la ambición y la avaricia, en contraposición a un heroísmo muy mundano.
Paso a paso, la serie logra explorar en sus puntos menos dramáticos — los que olvida un poco — para enfocarse en lo que se esconde detrás de la serie de muertes que Helen investiga. Pierde parte de la atmósfera tensa de los primeros episodios, para en los últimos profundizar en el terreno de la acción o del thriller más tradicional. Con todo, Palomas negras (Black Doves) tienen la suficiente inteligencia para hacerse cada vez más complicada y extraña que únicamente dedicarse a cerrar sus cabos abiertos.
Lo que, claro está, conduce a una segunda temporada — ya confirmada — y a un correcto arco de desarrollo en sus personajes. Sin duda, la serie pudo ser mucho más, pero sus seis capítulos, exploran en un mundo interesante que muy probablemente se amplíe en los nuevos capítulos. La promesa más interesante que la serie deja a su paso.