Tras la muerte del papa Francisco tendrá lugar una serie de ritos funerarios muy austeros, a petición suya, durante los que cualquier persona podrá presentarle sus respetos. Hoy en día, cuando muere cualquier papa todo ocurre así, entre mucha pompa y ceremoniosidad. Sin embargo, en el pasado hubo una época, conocida como edad de hierro del papado, en la que los papas no solo no se respetaban los unos a los otros. Si era necesario profanar el cadáver de un predecesor, se hacía. Es justo lo que parece que hizo Esteban VI en el año 897 dC con su predecesor, el papa Formoso.

En aquella época los papas solían formar parte de las luchas políticas por el poder. El papa Formoso, cuando todavía era un cardenal, fue condenado a la excomunión en el año 877 por apoyar la coronación en Roma del rey Arnulfo, de los francos orientales. El entonces papa, Juan VIII, estaba totalmente en contra de dicha decisión, ya que él apoyaba la coronación de su oponente, Carlos II el Calvo. Pero la excomunión de Formoso no duró mucho tiempo. Poco después, tras el nombramiento de Marino I como papa, recuperó su diócesis e incluso se convirtió en su sucesor. En esa época, como vemos, los papados duraban bastante poco. 

Fue ya como papa cuando llegó la razón de la condena del papa Formoso. Y es que, aún como ferviente defensor de Arnulfo, lo alentó para que los francos orientales invadiesen Italia. Esta fue toda una conspiración contra el Sacro Imperio Romano, por la que le juzgarían más tarde. Pero no lo juzgaron en vida, sino tras su muerte. Arnulfo no llegó a declararse emperador, pues sus problemas de salud le obligaron a abandonar su empeño. El papa Formoso murió poco después. Sin embargo, el siguiente Santo padre, Esteban VI, decidió que la muerte no era suficiente castigo para Formoso. 

El inusual castigo del papa Formoso

Esteban VI estaba convencido de que el papa Formoso había traicionado a Roma. Por eso, ordenó que se desenterrase su cadáver para poder juzgarlo. En esa época las técnicas de embalsamado no eran tan óptimas como hoy en día, por lo que, según los relatos de la época, el estado de descomposición del cuerpo estaba bastante avanzado.

Eso no frenó al actual papa, que decidió apoyar al cadáver en el trono papal para interrogarlo. No esperaba que contestase, habría sido una sorpresa para todos, por lo que hizo llamar a un diácono adolescente para que se encargase de hablar en nombre del papa Formoso. 

El chico contestó a las preguntas inquisitorias de Esteban VI, pero no con la convicción suficiente para liberar al papa Formoso del veredicto: condena por traidor Esteban VI decidió quitarle las ropas eclesiásticas, envolverlo en trapos y cortarle los tres dedos con los que hacía las bendiciones. Después, ordenó que se tirase su cuerpo al río Tiber.

basílica De San Pedrobasílica De San Pedro
La mayoría de papas descansan en la Basílica De San Pedro. Incluso el papa Formoso. Crédito: Jebulon (Wikimedia Commons)

Hoy en día está donde no estará el papa Francisco

A pesar de acabar en el río, donde normalmente lanzaban los cuerpos de los delincuentes, el cadáver del papa Formoso fue recuperado por unos pescadores, que decidieron llevarlo a la iglesia del Bendito Príncipe de los Apóstoles. Allí se hicieron nuevos ritos funerarios y se devolvió a su ataúd para volver a enterrarlo en su tumba inicial.

Por lo tanto, actualmente el papa Formoso está enterrado en la basílica de San Pedro, el lugar en el que se entierra a la mayoría de los papas. Francisco, en cambio, dejó escrito que quería descansar en la basílica de Santa María la Mayor, donde a menudo acudía a rezar en busca de consuelo.

Aún no sabemos quién será su sucesor. Tampoco sabemos si lo tendrá en buena estima. Es cierto que el papa Francisco fue un Sumo Pontífice bastante progresista y que algunas facciones de la Iglesia no estaban del todo de acuerdo con sus ideas. Pero la edad de hierro del papado ya quedó muy atrás. El papa Francisco no correrá un destino como el del papa Formoso. Sin embargo, deja motivos mucho más importantes y positivos por los que pasar a la historia. 

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