El estreno de Avengers: Endgame marcó varios hitos a la vez. Por un lado, lograr que los personajes más queridos del Universo Cinematográfico de Marvel formarán, por última vez, equipo en una historia emotiva y épica. Al otro, que la película lograra resumir el espíritu de la saga en varias de las secuencias más complejas y mejor planteadas de toda la franquicia. Por lo que el punto más alto de la fase tres, fue una celebración a la manera en que Marvel brindó identidad, profundidad y complejidad a su universo en expansión. Un logro que convirtió a la producción en un hito y un memorable éxito de taquilla.

Pero, a partir de entonces, la saga tuvo verdaderos problemas para alcanzar el mismo nivel de calidad, éxito de crítica y financiero. En particular, porque además de enfrentar la pandemia y las repercusiones que la cuarenta provocó en calendarios de filmación y la forma en que se planeó el futuro de la franquicia, Marvel debió lidiar con la sobreexplotación. De estrenar dos películas al año, el estudio debió redoblar su número de producciones, debido a las exigencias del ex CEO de Disney, Bob Chapek. Todo, en medio del comienzo accidentado de la fase cuatro, que debió renunciar a un comienzo cinematográfico, para hacerlo con La Bruja Escarlata y Visión, la primera serie de la compañía para Disney+. 

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No obstante, a pesar de que el proyecto se convirtió en uno de los más interesantes y aclamados del Universo expandido del estudio, las que le siguieron fueron una colección de premisas fallidas. Con la excepción del éxito de Spider-man: No Way Home, Marvel tuvo que afrontar sus primeros fracasos de crítica y, de forma inevitable, de taquilla. Del pésimo recibimiento para Thor: Love and Thunder, a la total decepción con Ant-Man y la Avispa: Quantumanía, pasando por la fallida The Marvels.

Eso, sin contar la debacle de sus planes a futuro con Kang, el conquistador, interpretado por el actor Jonathan Majors. En medio de un sonado juicio, el intérprete fue encontrado culpable por agresión doméstica y, finalmente, despedido por el estudio. Lo que dejó a la fase 5 sin su villano principal y en medio de la incertidumbre sobre el posible reemplazo para una figura capital para la nueva etapa de la saga. Un conjunto de situaciones, que parecieron sacudir al Universo Cinematográfico de Marvel desde sus cimientos y cuestionar seriamente su supervivencia a futuro. 

Buenas decisiones en tiempos complicados

Finalmente, y con la llegada de Bob Iger de nuevo a la presidencia de Disney, pareció que la etapa más complicada de Marvel llegaba a su fin. No solo porque el ejecutivo de inmediato tomó la necesaria decisión de disminuir significativamente el número de producciones del estudio en favor de su calidad. También, porque permitió reflexionar acerca de los errores cometidos, en medio de casi dos años de errores y discrepancias con respecto a la evolución de Marvel como concepto. Un proceso que llevó a concluir que uno de los motivos del fracaso de la fase cuatro fue, sin duda, la explotación excesiva y sin objetivo real, de personajes, historias y escenarios.

La llegada de Iger, también marcó un momento esencial para comprender la forma en que la franquicia más famosa del cine funciona. De estrenos destinados a explotar la propiedad intelectual hasta sus límites, la nueva estrategia, demostró un mayor interés en profundizar en sus temas principales. Por lo que el número de secuelas y proyectos para presentar a nuevos personajes, se limitó lo suficiente como para concentrar esfuerzos en puntos muy específicos. El más interesante de ellos, un desarrollo coherente del universo, conectado con la posibilidad de destacar sus puntos más fuertes y atractivos.

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