Cinco personas han muerto y cuatro han resultado heridas hoy en una explosión en la mina de Cerredo, ubicada en la localidad asturiana de Degaña. El motivo, según ha trascendido después del accidente, ha sido la exposición al aire de una bolsa de grisú. Este es un término que conocen bien los mineros. El grisú ha sido uno de sus grandes enemigos durante miles de años. ¿Pero por qué?
El grisú, en realidad, no es un gas concreto. Se define como tal al conjunto de gases inflamables que se encuentran en el interior de las minas de carbón. Aunque también se ha localizado a veces en minas de sal. Estos gases suelen proceder de la descomposición de materia orgánica que, sometida a altas presiones, da lugar al carbón. Por lo tanto, mientras que este combustible fósil se va formando, se van liberando gases que quedan atrapados en las rocas. Si por algún motivo se libera al exterior y su proporción en el aire supera ciertos límites, pueden provocar una explosión con el más mínimo chispazo. Incluso sin él. Además, el grisú también suele desplazar el oxígeno en el ambiente, llegando a causar la muerte por asfixia si no se detecta a tiempo.
De los gases que forman el grisú, normalmente más de 90% es metano, por lo que a menudo se consideran términos sinónimos. Pero no es exactamente lo mismo. De hecho, el grisú puede contener pequeñas proporciones de otros gases, como el monóxido o el dióxido de carbono.
¿Por qué es tan peligroso encontrarse con una bolsa de grisú?
El grisú está siempre presente en el interior de las minas de carbón. Sobre todo en las de carbón de hulla. Esto se debe a que algunas pequeñas moléculas van adheridas al carbón que se excava. Si solo se trata de esa cantidad mínima no es peligroso. El problema viene cuando hay alguna grieta o cavidad de otro tipo por las que se liberan mayores cantidades del interior de las rocas.
Se considera que la proporción de grisú en el aire no debe ser de más del 1% o el 2%. Además, si se supera un nivel por encima del 5%-15% se pueden producir explosiones espontáneas, sin que ni siquiera haga falta una llama.


Las bolsas de grisú son grandes cavidades rellenas de gas. Si una de estas queda expuesta al ambiente, se libera una concentración inmensa de grisú, por lo que no solo puede producirse la asfixia de los mineros. También es posible que haya una explosión como la que se ha vivido hoy en Degaña.
De los canarios a la lámpara Davy
Lo sucedido hoy en Degaña es, lamentablemente, algo bastante común en las minas de carbón. Hoy en día hay más medidas de seguridad, pero en el pasado se daban muchísimas muertes a causa del grisú.
Por ejemplo, era bastante común llevar en primera fila de la incursión una jaula con un canario. Estos animales eran muy sensibles a los gases tóxicos, por lo que en cuanto empezaban a aumentar los niveles de grisú ya comenzaban a mostrar angustia o, en el peor de los casos, morían. El porcentaje en el aire que afectaba a los canarios era mucho más bajo que el que afecta a los humanos, por lo que había tiempo de huir. Hoy en día, lógicamente, esto no se hace, pues sería una clara forma de crueldad animal.
También podían llevarse velas. Si se apagaban, significaba que ya no había oxígeno en el ambiente. Pero esa sería una malísima idea, ya que el grisú es muy inflamable. Se necesita más de un 5% en el aire para una explosión espontánea, pero con una llama cercana puede producirse antes.
Por eso, en 1801 un químico británico llamado Humphry Davy ideó una lámpara que en el futuro contribuiría a salvar muchas vidas. Los mineros no podían alumbrarse con velas o antorchas sin correr riesgo de provocar una explosión de grisú. Sin embargo, el interior de las minas de carbón es tan oscuro que no podían trabajar sin iluminación.


Por eso, Davy trabajó con mallas metálicas con orificios de distinto tamaño en busca de una en cuyo interior pudiese introducirse una mecha sin dar lugar a una explosión. Identificó el tamaño óptimo para que el grisú pudiese entrar, avivando la vela y avisando a los mineros, ya que es inodoro e incoloro, pero sin que el fuego pudiese salir. A ello contribuían los orificios, pero también el frío del metal. Dicha lámpara fue bautizada como lámpara Davy y se usó durante muchos años, aunque, lógicamente, hoy en día ya se recurre a tecnologías más avanzadas.
En definitiva, el grisú es uno de los mayores enemigos de los mineros y, por desgracia, hoy han experimentado esa enemistad en Degaña. Igual que Davy encontró en su día la lámpara que parecía perfecta, actualmente la ciencia debe seguir buscando formas de que los mineros trabajen de la forma más segura posible. Les va la vida en ello.