Esta semana se ha hablado mucho sobre fumatas. La preparación del cónclave dio pie a multitud de publicaciones sobre la composición del humo blanco o negro que indica el estado en el que se encuentran las votaciones de un nuevo papa. Nosotros mismos publicamos uno de estos artículos. Sin embargo, se ha hablado mucho de la fumata blanca y la fumata negra (ayer se vieron las dos en el Vaticano, de hecho), pero nada de la fumata amarilla.

Esta existió hasta hace no demasiado tiempo. Concretamente, se desechó en 2005, con la elección de Benedicto XVI. Sin embargo, previamente había sido el pistoletazo de salida de los cónclaves, ya que se usaba justo al principio para comprobar que la estufa en la que se queman las papeletas funcionaba adecuadamente.

En el pasado, no se empleaban mezclas químicas concretas para colorear el humo. Básicamente, se usaba leña mojada si se deseaba una fumata negra, porque con esta no se puede generar una combustión completa y se produce hollín. Si se quería una fumata blanca, se empleaba leña seca. En ese caso, la combustión era completa y se generaban dióxido de carbono y vapor de agua, cuya mezcla da lugar a un humo blanquecino. Ahora bien, ¿qué pasaba con la fumata amarilla? Esto es lo que hemos podido encontrar.

El misterioso origen de la fumata amarilla

fumata negrafumata negra
La fumata negra y la blanca sí se colorean con fumígenos. Crédito: Wikimedia Commons.

La fumata amarilla es mucho menos famosa que las otras dos. Sobre todo porque ya no se usa. Pero incluso con anterioridad se solía hablar poco sobre ella. La mayor parte de información al respecto la hemos encontrado en medios de comunicación italianos por razones obvias. Pero, incluso ahí, no se habla de su composición. Solo se señala que se empleaban materiales distintos.

La realidad es que tanto la fumata blanca como la fumata negra deben tener una coloración clara. No se puede confundir al público que espera en la plaza de San Pedro. Sin embargo, dado que la fumata amarilla solo era para probar la estufa, el color no tenía que ser necesariamente de un amarillo identificable. Por eso, lo esperable es que usaran algunos materiales inflamables, más allá de la paja y el papel, viesen que la estufa funcionaba adecuadamente y listo. 

¿Por qué no se usa ya?

Hoy en día ya no se usa leña para colorear las fumatas. Ni siquiera se emplea la misma estufa. Es cierto que las papeletas se queman en una estufa que lleva usándose desde hace casi un siglo. No obstante, el humo que vemos no procede de esta, sino de otra estufa contigua cuyo funcionamiento es electrónico. Con ella se activa la liberación de fumígenos concretos. Estos son  botes que contienen sustancias químicas que, al mezclarse, dan lugar a un humo coloreado.

Ya vimos que para la fumata blanca se utiliza una mezcla de clorato de potasio, lactosa y colofonia y, para la negra, perclorato de sodio, antraceno y azufre. 

En la actualidad existen fumígenos amarillos para otros fines totalmente ajenos al cónclave o al Vaticano. Suelen contener clorato potásico, lactosa, amarillo auramina y harina fósil. No obstante, debemos recordar que los fumígenos se usan para colorear las fumatas desde que se introdujo la estufa electrónica. La introducción de dicha estufa indica que la fumata amarilla ya era innecesaria, por lo que su color no debió obtenerse de este modo. Simplemente, era una primera combustión de prueba que, quizás, no era totalmente amarilla. Al fin y al cabo, la mejor forma de obtener un humo amarillo sin fumígenos de por medio es quemando azufre y eso, a grandes cantidades (en la fumata negra solo hay un poco), puede ser muy irritante para los ojos o las vías repsiratorias de quienes se encuentran cerca. 

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