El 23 de noviembre de 2022, Pablo Álvarez Fernández y Sara García Alonso fueron nombrados como astronautas de la Agencia Espacial Europea. Él pasó a formar parte del cuerpo de astronautas de carrera, ella de los de reserva. Hacía casi 30 años del último nombramiento de un astronauta español. Pablo se convertía en el tercer hombre astronauta de nuestro país, después de Michael López-Alegría y Pedro Duque. Sara, en cambio, ha pasado a ser la primera mujer astronauta española.
Fue así como la que hasta entonces había sido una investigadora anónima-pero muy relevante- del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas del CSIC (CNIO) pasó a convertirse en un personaje público que formará parte de la historia de nuestro país. Un personaje que, mientras tanto, se ha transformado en toda una inspiración para miles de niños y, sobre todo, de niñas.
Recientemente ha estado hablando sobre esto y mucho más en las Jornadas Astronómicas que cada año se celebran en Almería. Ha sido ponentes junto a personalidades tan importantes como John Mather, premio Nobel de física y padre del Telescopio Espacial James Webb. Coincidiendo con este evento, en Hipertextual hemos aprovechado para hacerle algunas preguntas sobre cómo compagina su carrera como investigadora con su formación como astronauta y, sobre todo, acerca de cómo la niña que soñaba con vivir aventuras se ha terminado convirtiendo en una fuente de inspiración para todas esas niñas cuya aventura más deseada sería ser como ella.
Del laboratorio al espacio
Sara García Alonso comenzó a trabajar en el CNIO en 2019, en el equipo de Mariano Barbacid, el bioquímico español famoso por identificar la primera mutación capaz de provocar un cáncer en humanos.
Los logros propios de Sara dentro de dicho grupo la han llevado a promocionar hasta convertirse en investigadora titular. Sin embargo, desde 2022 compagina este trabajo con su entrenamiento como astronauta de la reserva de la Agencia Espacial Europea. Para ello, dos meses al año pide una suspensión de empleo y sueldo en el CNIO y viaja a Alemania, donde recibe el entrenamiento mínimo que se le requiere. Una vez que se la elija para una misión concreta, necesitará más tiempo, posiblemente un año como mínimo, para aprender todo lo necesario.


El de investigadora y el de astronauta pueden parecer dos trabajos muy distintos, pero Sara encuentra muchos paralelismos entre ambos. Y es que, como señala cuando hablamos con ella y más tarde durante su conferencia, ella nunca tuvo claro que quería ser científica o astronauta. Solo sabía que quería vivir aventuras y ayudar a la gente. Ayudar a hacer del mundo un lugar mejor. Ambas profesiones, a pesar de estar literalmente a un mínimo de 400 km de distancia (la altura a la que se sitúa la Estación Espacial Internacional) cumplen esos requisitos. Incluso pueden converger, ya que las investigaciones que se llevan a cabo en el espacio a menudo van dirigidas justamente a mejorar la vida de las personas aquí en la Tierra.
Empezando por la Tierra… ¿por qué el cáncer?
Sara García es una de esas personas que exprimen la vida y aprovechan al máximo las oportunidades que esta le brinda. Es justamente lo que hizo cuando tuvo la oportunidad de trabajar en la investigación del cáncer. “Durante la carrera me formé en una serie de laboratorios y uno de ellos trabajaba en proyectos relacionados con el cáncer”, explica. “Me encantó la investigación, me enganchó y participé en primera persona de ella”.
Y es que, aunque no era su objetivo desde el minuto uno, pronto se dio cuenta de que es un área de investigación que cumple todos los requisitos por los que ella decidió dedicarse a la ciencia.
“Para mí el cáncer a nivel de problema científico es tan complejo que es un galimatías en cuya resolución yo quería participar para avanzar en el conocimiento”, cuenta la investigadora. “Creo que las repercusiones de hacer cualquier avance en ese ámbito realmente ayudan a la sociedad, ayudan a las personas”.
¿Y por qué el espacio?
En febrero de 2021, la Agencia Espacial Europea anunció que estaba buscando astronautas después de más de 10 años sin convocar nuevas plazas. En los anuncios publicados se insistió mucho en el interés en que se presentaran mujeres para optar por la plaza. Sara vio el anuncio y, si bien estaba y está más que contenta con su trabajo, vio una oportunidad que no podía dejar escapar. “Si surge una oportunidad así y tienes algún tipo de interés es un tren que o te subes en ese momento o puede que nunca más vuelva a pasar”.
Por eso, si bien no tomó la decisión en el momento, sí que lo meditó hasta darse cuenta de que el trabajo de astronauta sería otra forma de cumplir sus sueños. “Me di cuenta de que la profesión de astronauta cumplía todo lo que yo siempre había buscado en el trabajo de mis sueños y que para mí había encontrado en el mundo de la investigación, pero con el punto de aventura que supone trabajar en el espacio viendo esa canica azul que es nuestro planeta”.


Curiosidad y transversalidad: dos pilares fundamentales en la carrera de Sara García Alonso
Sara es una persona con multitud de intereses de lo más variados, tanto dentro de su trabajo como fuera. De hecho, tiene multitud de aficiones, desde tejer hasta practicar submarinismo, pasando por el paracaidismo y el krav magá.
Parece algo lógico y orgánico que una persona con tal variedad en su vida personal haya llevado la transversalidad al máximo también dentro de su carrera. Ella, de hecho, lo confirma cuando le preguntamos sobre ello.
“El hecho de enfrentarse a todo tipo de escenarios, ya sea desde el ámbito profesional, personal o lúdico a través de los hobbies, te hace una persona más resolutiva porque cuantos más escenarios entrenas, más problemas descubres y desarrollas ese pensamiento lateral del que se habla y que está tan buscado ahora por las empresas”, relata Sara García Alonso. “Yo aplico cosas de mi vida personal, profesional y lúdica de manera intersectorial, por decirlo de alguna forma”.
“He aplicado cosas de mi vida personal a mi trabajo, de mi trabajo a mi vida personal y al final realmente yo creo que sí, que te hace más resolutivo y me ha ayudado a ser seleccionada quizás”. Lo deja más claro con un ejemplo. “A través de un hobby como puede ser el buceo, desarrollas esas habilidades como seguir procedimientos, mantener ciertas normas de seguridad, trabajar en equipo, siempre con un compañero, esas habilidades son útiles en muchas profesiones, incluida la de astronauta”.
Dos mundos unidos en el espacio
De esa transversalidad nacen las misiones a las que Sara García será destinada en un futuro. Como astronauta de reserva, llegará un momento en el que se la destinará a misiones de entre 15 y 30 días, aproximadamente, en las que llevará a cabo experimentos acordes a su perfil. Y es que, en el espacio, se pueden explorar multitud de cuestiones esenciales para mejorar nuestra vida en la Tierra. Eso se debe a que nos ofrece en toda su pureza una cualidad que lo cambia todo: la microgravedad.
“El hecho de hacer investigación en microgravedad es lo que cambia el paradigma”, comienza. “Cambia las propiedades de la materia y los fenómenos físicos que dominan los distintos procesos y eso se puede utilizar como una ventaja para nuevos materiales que son imposibles de reproducir en la Tierra, nuevas formulaciones químicas en medicamentos, estudiar la ciencia de la combustión o estudiar cómo se ve afectado el cuerpo y la fisiología humana por la radiación y la microgravedad”.
Como resultado, se pueden obtener “nuevas tecnologías, métodos de diagnóstico o tratamientos”, entre otras muchas aplicaciones.


La inspiración de alguien que inspira
Sara García Alonso se ha convertido en todo un referente para las niñas. Allí donde va, vemos cómo celebran su llegada como celebrarían la de Taylor Swift o cualquiera de sus ídolos. Porque Sara es eso, una ídolo de masas. Pero una ídolo que les enseña que ser científica, concretamente en dos áreas muy distintas, puede ser divertido e interesante. Toda una aventura. Una ídolo que también les relata la importancia del trabajo duro, pero no como un sacrificio o un sufrimiento, sino como el camino para llegar a obtener una gran satisfacción.
Para ella, todo esto es una responsabilidad, pero también algo muy bonito. “Creo que es bueno que vean ejemplos cercanos, que vean que se puede cometer errores, que se puede ser vulnerable y que se puede seguir teniendo esa ambición, esas ganas y esa pasión por ejercer la ciencia, la tecnología y por ir un poquito más allá”, relata.
Además, Sara insiste en algo por lo que otras muchas científicas llevan mucho tiempo luchando. Uno de los motivos por los que se creó el Día Internacional de la Niña y la Ciencia que se celebra el 11 de febrero. La importancia de tener referentes.
“Creo que es importante darles estos ejemplos para que se ilusionen y vean que son capaces. Porque si todo tu entorno te dice que en este ámbito no se ven mujeres, ¿qué te hace pensar, con 10, 12 años, que tú vas a ser la primera? No puedes desear algo que no sabes que existe”.
Está claro que ella es un referente y también una fuente de inspiración. ¿Pero qué la inspiró a ella? “Yo no tuve referentes que la sociedad pueda conocer”, aclara. “Me habían hablado de mujeres científicas dedicadas a carreras más tecnológicas, pero no las veía como un espejo en el que mirarme”.
Aquí, de hecho, radica la importancia de tener referentes. Sabía que esas mujeres existían, pero no las veía como algo cercano o accesible y eso impedía que ella pudiese compararse. “Para mí eran figuras muy lejanas que no representaban lo que era mi día a día y mi entorno”. Pero eso no quiere decir que no tuviese referentes. “Al final como mujeres referentes te fijas en tu madre, en tus compañeras, en profesoras. Esos fueron mis referentes, pero en general personas, seres humanos que se atrevían a perseguir aquello que les motivaba independientemente de lo que la sociedad esperase de ellos. Esas personas me llevaron a pensar que si ellas han podido yo también puedo”.
Lo que ella desea, por lo tanto, es poder ser un referente más cercano para las niñas en el ámbito de las mujeres científicas. Ese que ella no llegó a tener. “Mi ejemplo es el de una persona normal, de una familia humilde, de una ciudad pequeña que ha estudiado en una universidad pequeña y ha conseguido perseguir aquello”, señala. “Si eso inspira a otras personas a hacerlo, para mí ya es el mayor orgullo que puedo tener”. Y por supuesto que lo ha inspirado, lo inspira y lo seguirá haciendo. Tiene muchísimos motivos para sentirse orgullosa.