Llega a los cines Cónclave, el nuevo drama político/religioso de Edward Berger, director de Sin novedad en el frente. En esta ocasión, el alemán se atreve con la novela homónima de Robert Harris y para ello reúne a un reparto de lujo liderado por Ralph Fiennes y Stanley Tucci. Desde sus primeros pases en festivales, la crítica ha aclamado enormemente el proyecto, que también conquistó al público desde su estreno en Estados Unidos allá por octubre. De hecho, sus seis nominaciones a los Globos de Oro la avalan como uno de los grandes títulos del año que a buen seguro dará que hablar en los Premios Oscar 2025.

La historia de Cónclave comienza con la muerte del Papa. A partir de ese momento, los cardenales de todo el mundo se reúnen en el vaticano para decidir quién se convertirá en el nuevo Santo Padre. El cardenal Lawrence es designado como responsable para liderar a sus compañeros durante la elección. Pero pronto irá descubriendo que cada facción de la Iglesia y cada candidato tiene sus propios objetivos y no dudarán en hacer lo necesario para alcanzarlos. Así, Lawrence se ve sumergido en una profunda red de conspiración, mentiras y estratagemas despreciables que constriñe todo proceso.

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Cónclave

Candidata a convertirse en uno de los mejores títulos de 2024, Cónclave sumerge a los espectadores en un juego de conspiraciones y lucha de poderes con la enormidad del Vaticano como telón de fondo. Berger dirige con sobriedad pero buen ritmo y Fiennes se deja cuerpo y alma en una de las mejores interpretaciones de su vida.


























Puntuación: 4 de 5.

Succession en el Vaticano

Cónclave ha sido comparada desde el primer momento con Succession, la exitosa serie de HBO. Una comparativa que en realidad tiene bastante sentido. Y es que ambas producciones comparten el mismo elemento conspiranoico en el que una serie de personajes muy bien definidos llevan a cabo planes complejos y ocultos. En la serie, el fin último era la empresa familiar. En la película, el trono de la Iglesia Católica.

Más allá de eso, el tono dista bastante de ser el de Succession. Aquí no hay atisbos de esa comedia negra y sátira descarnada hacia sus protagonistas. Eso no quiere decir que no llegue a resultar divertida, pues Cónclave se vuelve más y más retorcida a medida que avanza. Su final es, directamente, delirante. Pero todo se trata desde el drama, el thriller y el misterio. Es una película de apariencia sobria y serena que, en realidad, en su fondo esconde su verdadera naturaleza despiadada.

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La crítica a la Iglesia –que no a la religión– es constante. Su agudo guion esboza claramente los diferentes bandos que cualquiera mínimamente interesado podrá reconocer de inmediato. Por un lado están los liberales y progresistas, por otro está la facción más reaccionaria y conservadora. Y entre medias, varios individuos que no tienen problema en casar con unos preceptos u otros si eso les acerca a convertirse en el nuevo Sumo Pontífice. La capacidad de Cónclave de sumergirnos en los entresijos más secretos de la Iglesia, que en nuestro mundo siempre se intuyen pero nunca se ven, es valiente y certera.

Una película inmensa

En Cónclave, Berger hereda sin miedo alguno las virtudes de anteriores dramas eclesiásticos. Desde El nombre de la rosa hasta, sobre todo, producciones más recientes como The Young Pope / The New Pope o Los dos papas, por poner algunos ejemplos. El director aprovecha el ambiente místico y gigantesco que ofrecen las instalaciones del Vaticano para hacer pequeños a sus personajes frente a la inmensidad que simbolizan. Recogimiento, culpa, conspiración… La Santa Sede alberga todo entre sus capillas, columnas y escalinatas.

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