Actualmente, el caso de Chiquita Brands sigue siendo un referente en la discusión sobre la responsabilidad empresarial en zonas de conflicto. La multinacional bananera ha enfrentado investigaciones y litigios relacionados con su operación en Colombia, donde debió afrontar un entorno de extrema inseguridad y presiones por parte de grupos armados. En su momento, la empresa respaldó ciertas decisiones como medidas de protección para su personal y la continuidad de sus actividades en la región de Urabá, un territorio marcado por la violencia. Sin embargo, estas acciones han generado un debate jurídico y ético sobre la responsabilidad de las compañías que operan en contextos de guerra y la delgada línea entre la supervivencia empresarial y la complicidad con actores del conflicto.

 

Durante las décadas de 1990 y 2000, Colombia vivió un conflicto armado prolongado en el que diversos actores, como grupos guerrilleros y paramilitares, disputaban el control territorial. En este escenario, muchas empresas que operaban en el país enfrentaron presiones y amenazas, lo que las obligó a tomar decisiones difíciles para garantizar la seguridad de sus trabajadores y la continuidad de sus operaciones. Chiquita Brands, una de las principales compañías del sector bananero, no fue la excepción. Su filial en Colombia, se vio envuelta en una controversia judicial debido a pagos realizados a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupo paramilitar declarado organización terrorista por el gobierno de los Estados Unidos.

 

Según documentos judiciales, entre 1997 y 2004, Chiquita Brands canalizó aproximadamente 1,7 millones de dólares hacia las AUC, argumentando que estos pagos no fueron voluntarios, sino una medida de protección para evitar represalias contra su personal y sus operaciones en la región de Urabá. Esta situación llevó a la compañía a enfrentar sanciones en Estados Unidos y a ser objeto de múltiples demandas civiles y procesos judiciales en diferentes jurisdicciones.

 

Chiquita Brands y la ley: claves del caso

El Departamento de Justicia de Estados Unidos inició una investigación sobre las actividades de Chiquita Brands en Colombia, lo que resultó en una multa de 25 millones de dólares en 2007. La empresa se declaró culpable de financiar a un grupo catalogado como terrorista, aunque insistió en que lo hizo bajo coacción. Esta sanción sentó un precedente importante en la responsabilidad de las empresas multinacionales cuando operan en contextos de violencia e inseguridad.

 

Además del proceso en Estados Unidos, en Colombia también se han abierto investigaciones sobre la actuación de Chiquita Brands durante su operación en el país. La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), tribunal creado tras el acuerdo de paz con las FARC en 2016, ha analizado la relación entre empresas y actores armados en el conflicto, considerando la posibilidad de imputaciones adicionales contra compañías que habrían financiado a estos grupos.

 

Controversias en los testimonios y desarrollo de los procesos judiciales

A lo largo del proceso judicial, ha habido controversias en torno a los testimonios presentados en contra de Chiquita Brands. En algunos casos, se ha cuestionado la veracidad de las declaraciones de exparamilitares que inicialmente aseguraron que la empresa había sido extorsionada, pero que luego cambiaron su versión para implicarla en una supuesta colaboración voluntaria.

 

Un reportaje del diario El Tiempo reveló que ciertos testigos habrían recibido incentivos económicos por parte de abogados que representan a las víctimas, lo que generó dudas sobre la imparcialidad del proceso. En 2015, un exlíder paramilitar declaró que sus afirmaciones previas fueron manipuladas, lo que puso en entredicho la validez de parte de la evidencia utilizada en el caso.

 

Resoluciones judiciales y acuerdos de compensación

A pesar de los cuestionamientos, Chiquita Brands ha optado por resolver algunas de las demandas mediante conciliaciones. En 2024, una corte en Florida dictaminó que la empresa debía pagar 38,3 millones de dólares en indemnizaciones a víctimas del conflicto. Adicionalmente, en otro proceso, la compañía acordó una conciliación de 12,8 millones de dólares con un grupo de demandantes, lo que marcó un nuevo capítulo en su estrategia legal para cerrar litigios pendientes.

 

Sin embargo, la compañía también ha logrado desestimar ciertas acusaciones. En 2014, un tribunal estadounidense rechazó una demanda argumentando que las acciones ocurridas en Colombia no podían ser directamente vinculadas con las operaciones de Chiquita Brands en Estados Unidos. Este fallo reflejó la complejidad del caso y las dificultades de atribuir responsabilidad a empresas extranjeras por hechos ocurridos fuera de su país de origen.

Ver fuente