Los abandonados, el nuevo wéstern de Netflix, comienza con la promesa de un conflicto sangriento que se resolverá a balazos. Así que el guion ambientado en 1854 en una versión genérica de Washington se enfoca en el choque entre dos personajes formidables. Por un lado, Constance Van Ness (Gillian Anderson), propietaria de las minas que sostienen económicamente al pueblo. Al otro, Fiona Nolan (Lena Headey), una mujer irlandesa que administra su rancho con una tenacidad casi mítica y está dispuesta a todo para mantener a sus hijos a salvo.
Cuando los intereses de ambas mujeres chocan, el conflicto nace de inmediato y escala hasta volverse total. En particular, porque ambas protegen con todos los recursos a su disposición a los que dependen de ellas para sobrevivir. Por lo que la historia, además, explora —o lo intenta— la fricción cultural, política y religiosa que rodea su futuro enfrentamiento. Pero la serie tiene verdaderos problemas para lograr que su premisa sea más profunda que una guerra de poder. Mucho más, cuando el relato debe retratar todos los intereses en disputa en medio de la batalla entre las figuras más influyentes de la región.
Por lo que la trama de Los abandonados opta por el cliché. Constance controla al alcalde local (Patton Oswalt) y rápidamente demuestra que el pueblo, al menos en lo legal, le pertenece. Mientras tanto, las minas de Angel’s Ridge agonizan y la única esperanza parece estar en la veta de plata que atraviesa Jasper Hollow, zona que no pertenece a Constance sino a Fiona. El conflicto central es evidente: la tierra que desea la matriarca Van Ness está en manos de gente que no piensa vender. Esta situación podría haber generado un choque épico entre dos visiones del futuro, pero la serie pareciera evitar profundizar en aquello que podrían haber sido sus mejores batallas morales. Lo que queda es un enfrentamiento prometedor que se queda a medio gas.
Una historia desordenada en ‘Los abandonados’


Del otro lado del drama vive Fiona Nolan, que intenta mantener su rancho, junto a un grupo de jóvenes que adoptó tiempo atrás. Elias (Nick Robinson), Dahlia (Diana Silvers), Albert (Lamar Johnson) y Lilla (Natalia del Riego) forman una familia armada, más por necesidad que por genealogía. El problema es que el guion nunca define con claridad cómo llegaron a ese punto ni qué los une realmente. Las edades no cuadran, las historias compartidas se mencionan sin desarrollarse y algunos personajes quedan relegados a la invisibilidad narrativa.
En específico, cuando el argumento llega a su punto más crítico: Constance necesita las minas y hará lo que sea para arrasar a Fiona y a su familia. Peor aún, cuenta con los recursos para hacerlo de manera impune y salirse con la suya. Algo que empujará a todos a un enfrentamiento sangriento que, paso a paso, queda claro que será inevitable. A eso habría que añadir, la posibilidad de una carnicería a balazos que el pueblo da por hecho y en el que no tendrán más remedio que tomar partido, ya sea de un bando u otro.


De modo que Los abandonados entra en la tradición de los westerns revisionistas al estilo Yellowstone en que la violencia es un terreno para la justicia. Específicamente, al mostrar la manera como la situación entre Constance y Fiona escala hasta involucrar a cada habitante en una disputa sin aparente revolución. No obstante, la serie tiene verdaderos problemas para enfocarse en su conflicto principal y termina pasando más tiempo, en mostrar situaciones que poco o nada aclaran lo que ocurre. Peor todavía, volver la historia confusa, predecible y en el peor de los casos, tediosa.
Múltiples problemas para ‘Los abandonados’


Claro está, los problemas de argumento y lógica de la serie podrían ser la consecuencia del contexto complicado que rodeó la filmación. El creador Kurt Sutter, conocido por The Shield, pasando por Sons of Anarchy y The Bastard Executioner, abandonó la producción un año antes que culminara. Un giro de los acontecimientos que, además, pareció afectar la estructura del proyecto.
De los diez capítulos anunciados, apenas se estrenaron 7 en una única temporada. Lo que podría explicar los saltos de guion, personajes poco desarrollados y subtramas sin conclusión real. Y aunque Gillian Anderson y Lena Headey tienen una presencia lo suficientemente fuerte para brindar a la serie algunos momentos memorables, no son suficientes. Eso, a pesar de que el argumento intenta mantener el pulso entre el melodrama y la brutalidad típica del género. No obstante, el ritmo se diluye en escenas caóticas que no encajan en ningún lugar.
No ayuda que varias secuencias clave —especialmente las que deberían definir la relación entre las familias— queden reducidas a gestos vagos o decisiones de guion convenientes. Así, en lugar de un relato con ambición épica, Los abandonados falla en ser incapaz de contar en su totalidad la historia que insinúa. Lo que deja a la serie lejos del western feroz y conmovedor que podría haber sido.