En 1975, los químicos Mario Molina y Sherwood Rowland descubrieron que unos compuestos usados ampliamente en la Tierra, los fluorocarbonos (CFC), estaban contribuyendo a la formación de un peligroso agujero en la capa de ozono. Si bien en un principio no se les tomó demasiado en serio, con el tiempo se vio que lo que decían era cierto y que la situación podía volverse crítica si no se hacía nada para revertirla. Esto llevó en 1989 a la firma del protocolo de Montreal, con el que se decidió la prohibición progresiva de los CFC. El agujero de la capa de ozono se fue cerrando poco a poco desde entonces. Sin embargo, los lanzamientos espaciales comenzaron pronto a ralentizar la mejora. En un principio era algo anecdótico, pero el avance de la carrera espacial está agravando muchísimo las cosas. 

Esta es la conclusión de una investigación realizada por el doctor Sandro Vattioni, de la ETH Zurich. Tras analizar varios estudios llevados a cabo en los últimos años, ha comprobado que los lanzamientos espaciales liberan sustancias que debilitan la capa de ozono de una forma similar a como lo hacían los CFC. Incluso más grave, ya que se liberan en una zona de la atmósfera mucho más delicada.

Si tenemos en cuenta que la capa de ozono protege a todos los organismos vivos de las radiaciones más nocivas del Sol, el crecimiento de la capa de ozono supone un riesgo enorme. Se deben tomar medidas cuanto antes si no queremos volver al punto de partida o, peor aún, seguir avanzando hacia el desastre.

Prohibir los CFC no fue suficiente

Los CFC son gases compuestos principalmente por cloro, flúor y carbono, cuyo uso se popularizó a partir de la década de 1920. Inicialmente se concibieron como sustancias refrigerantes, aunque más tarde se descubrió su potencial como propulsores de aerosoles y disolventes. 

Molina y Rowland descubrieron que, una vez en la atmósfera, las radiaciones ultravioleta solares producen la separación del cloro de las moléculas de CFC. Estos átomos de cloro reaccionan con las moléculas de ozono, dando lugar a una serie de reacciones químicas que provocan la destrucción de dicho ozono. 

Tras confirmar que todo esto era cierto y que, efectivamente, estaba favoreciendo la formación de un agujero en la capa de ozono, se optó por prohibir los CFC. Hoy en día están en desuso en prácticamente todo el mundo. Los botes de desodorante en aerosol ya no están impulsados por CFC, del mismo modo que tampoco se encuentran en los sistemas de refrigeración de aire acondicionado. 

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Hoy en día los desodorantes den spray no llevan CFC, pero en el pasado sí era habitual que se usase como propulsor. Crédito: Freepik

Como consecuencia, el agujero de la capa de ozono se ha ido cerrando poco a poco. En algunos momentos se ha cerrado más deprisa, en otros se ha ralentizado el proceso. Ahora, vemos que sucede cada vez más despacio. Incluso en ciertas épocas del año el agujero de la capa de ozono se hace más grande. Y ya no es culpa de los CFC, sino de los lanzamientos espaciales.

¿Qué tienen que ver los lanzamientos espaciales?

Hace más de 30 años que se descubrió que los lanzamientos espaciales contribuyen a agrandar el agujero de la capa de ozono. Sin embargo, en aquella época los efectos eran mínimos. El problema es que cada vez hay más lanzamientos espaciales y, como consecuencia, sus efectos son más graves.

Por ejemplo, en 2019 hubo 97 lanzamientos espaciales orbitales en todo el mundo. En 2024, solo 5 años después, la cifra había ascendido hasta 258. El lanzamiento masivo de satélites por parte de compañías como Starlink, así como otros muchos vuelos científicos, civiles o comerciales, está llevando poco a poco a que la cifra aumente exponencialmente.

Por eso, se deben hacer nuevos cálculos sobre los efectos en el agujero de la capa de ozono. Y es que el mayor problema de la contaminación por lanzamientos espaciales está en el lugar en el que se liberan. Si las sustancias contaminantes se liberan en la superficie terrestre, las nubes y la lluvia pueden lavar parte de ellas. En cambio, cuando dichos compuestos se liberan en la atmósfera media o alta, no hay lavado que los elimine. Por eso, los efectos perjudiciales pueden ser hasta 100 veces mayores. 

Se sabe que las principales sustancias contaminantes que se liberan con los lanzamientos espaciales son el cloro gaseoso y las partículas de hollín. El primero destruye el ozono exactamente de la misma forma que lo hacen las moléculas de CFC. En el caso del hollín, promueve un aumento de la temperatura que, a su vez, acelera las reacciones que promueven el agotamiento del ozono en la atmósfera. 

Los únicos cohetes que no generan estas sustancias contaminantes son los que emplean combustibles criogénicos. Sin embargo, estos son más difíciles de manipular, por lo que solo el 6 % de los lanzamientos espaciales se alimentan de esta forma. 

¿Cómo afectará todo esto en el futuro?

Teniendo en cuenta los datos actuales, científicos de la Universidad de Canterbury y la ETH Zurich han desarrollado una simulación sobre los efectos de la carrera espacial sobre el agujero de la capa de ozono. Con el ritmo actual, en 2030 habría unos 2040 lanzamientos espaciales. Si la proporción de cada tipo de combustible se mantiene, el grosor promedio mundial del ozono disminuiría en casi un 0,3%, con reducciones estacionales de hasta el 4% en la Antártida. Todo esto iría muy en contra de la recuperación del agujero de la capa de ozono que se había logrado con la prohibición de los CFC. Y lo peor es que estos científicos solo han tenido en cuenta los lanzamientos espaciales, pero creen que las reentradas de los cohetes que ya han terminado su misión podría llevar las cifras a un extremo aún peor. 

Agujero en la capa de ozonoAgujero en la capa de ozono
Agujero de la capa de ozono Credit: NASA.

Se deben tomar medidas, exploras nuevas formas de propulsar los cohetes y, sobre todo, determinar si todos los lanzamientos espaciales que se están realizando son realmente necesarios. Puede que haya quien piense que sí lo son económicamente, pero recordemos que el agujero de la capa de ozono nos daña a todos. Hay cosas que ni siquiera el dinero puede parar. 

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