TRON: Ares, la tercera película de la legendaria saga de ciencia ficción, llega a los cines. Jared Leto y Greta Lee unen fuerzas como protagonistas de una cinta que quiere seguir rindiendo homenaje al clásico de los año 80 protagonizado por Jeff Bridges. Mucho tiempo tuvo que pasar para que la primera secuela, Tron: Legacy, viera la luz en el año 2010. Ahora, más de una década después, Disney vuelve a abrazar su olvidada franquicia con un enfoque diferente y novedoso.

TRON: Ares sigue a Ares, un programa altamente sofisticado creado por Julian Dillinger. El nieto de Ed Dillinger es el CEO de Dillinger Systems, la gran compañía rival de ENCOM, albergando su propia Red digital separada de la que creó Kevin Flynn en su día. El propósito de Dillinger es convertirse en la gran empresa del futuro y, para ello, envía a Ares desde su mundo digital al mundo real en una peligrosa misión. Esto supone el primer encuentro de la humanidad con seres materiales de inteligencia artificial. Por otro lado, en ENCOM la sucesora de los Flynn, Eve Kim, lleva a cabo su propia investigación para volver a reinventar la relación entre el mundo real y la Red.

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TRON: Ares

Aunque Disney prometía un esplendoroso renacer para la saga, TRON: Ares no remata la faena con un guion flojo que ensombrece el buen esfuerzo en su apartado audiovisual. El ritmo es irregular y por momentos aburrido y sus personajes no generan ningún impacto, quedándose en un espectáculo de luces y sonidos mucho más vacío de lo que debería. Aunque es correcta e incluso tiene algunas escenas muy atractivas, no logra destacar.


























Puntuación: 2.5 de 5.

Un espectáculo visual y sonoro

Quien vaya a ver TRON: Ares en busca de un espectáculo cyberpunk puede estar tranquilo, aunque con matices. Una vez más, la película triunfa en su apartado visual y sonoro con secuencias espectaculares y unos efectos especiales muy bien conseguidos. La unión entre lo material y lo digital está muy pulida y ofrece una gran sensación realista y futurista.

Algo que se incrementa con la genial banda sonora al ritmo de Nine Inch Nails (NIN), banda de rock industrial que revienta altavoces y le sienta como anillo al dedo a la película. Cuando llegan las mejores escenas de acción, TRON: Ares toca techo con carreras de motos, persecuciones de vehículos del futuro, peleas cuerpo a cuerpo con acrobacias imposibles (aunque en este caso bastante por debajo de las de Legacy)… El grave problema de TRON: Ares es todo lo que se esconde detrás.

Tron: AresTron: Ares

Una película vacía

Todas las cosas buenas que puedan decirse de TRON: Ares quedan opacadas por un guion pobre e irregular, plagado de agujeros y conveniencias. La historia de la película es simple, predecible y olvidable, con un ritmo intermitente y aburrido por momentos. No es nefasta, pero tampoco nada especial. Y es una pena porque había en ella una idea maravillosa: sacar a la franquicia de la Red digital hasta el mundo real. Disney quería subvertir el concepto de las dos cintas anteriores pero el tiro les sale por la culata. Y es que no lo explotan nada bien, no hay mucho a lo que agarrarse.

El único momento realmente reseñable a este respecto es la clásica carrera de motos de TRON, que en lugar de entre píxeles esta vez tiene lugar en las nocturnas calles de una gran ciudad real. Está muy bien rodada, es larga y es donde la cinta alcanza su máximo nivel. Pero solo esa secuencia no puede justificar que toda una película gire en torno a dicho plan. Por lo demás, todo se resuelve con los personajes yendo de un lado a otro, sin ideas particularmente creativas -santo y seña de la esencia de la saga- y viviendo situaciones entre aburridas y ridículas (el descubrimiento de las sensaciones a través de la lluvia es, francamente, un instante de humor involuntario).

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Sin ser un desastre absoluto, no hay nada en la historia de TRON: Ares que la haga destacar. Sus personajes son vacíos y poco interesantes. El desarrollo del conflicto lo hemos visto millares de veces y de formas mucho más resultonas. Se usa la nostalgia sin ningún fin en concreto más allá de vender unas pocas entradas más… Es verdad que alude a temas relevantes y de actualidad, como el uso correcto de la Inteligencia Artificial o su desarrollo cada vez más complejo. Pero tampoco llega a proponer nada nuevo.

Paradójicamente, TRON: Ares parece escrita por puro algoritmo, por uno incapaz de entender del todo cómo funciona el mundo real. Da pinceladas por azar y a veces acierta, otras falla. Pero no hay garra, no hay riesgo y no hay emoción. Solo ideas recicladas, trilladas poco sorprendentes y nada profundas.

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Una Red decepcionante

El otro gran pecado de TRON: Ares pasa por su mundo digital. La Red fue uno de los entornos cinematográficos más interesantes y atractivos que se crearon en la ciencia ficción ochentera. Con la secuela, TRON: Legacy, la compañía lo volvió a explotarlo enormemente más allá de su historia básica y puramente funcional. Pero en esta nueva entrega, está mucho más descuidado.

Con el tema de salir al mundo real como eje central de la película, la Red queda en un triste segundo plano y casi no pasamos tiempo en ella. De hecho, cuando lo hacemos tampoco vemos nada glorioso ni nuevo pese a que hayan pasado ya 15 años desde la cinta anterior, con todos los avances que ello implica. También se podía haber indagado mucho, por ejemplo, en la existencia de Redes independientes y su relación entre sí. Pero, de nuevo, todo queda reducido a una breve escena de hackeo antes de pasar a otra cosa.

Tron: AresTron: Ares

Un reparto desigual

En cuanto al reparto, hay luces y sombras. Tanto Greta Lee como Jodie Turner-Smith están particularmente bien como heroína y villana. Sus interpretaciones son competentes y cargadas del sentido que demandan sus personajes. La Eve Kim de Lee es, de hecho, una digna sucesora de Flynn. Y Turner-Smith está terrorífica e imponente como un programa frío y sanguinario. El asesino a sueldo de cualquier loco.

Pero en el otro lado tenemos, precisamente, a ese loco encarnado por Evan Peters, que no acaba de dar con los matices que requería un antagonista así. A ratos parece puramente malvado, poderoso, consumido por la excesiva ambición. Y en la escena siguiente, sin embargo, le vemos mucho más débil y sobrepasado. Nunca sabemos por dónde va a salir y es una pena, podíamos esperar un poquito más de él.

Si hablamos de Jared Leto, la cosa tampoco mejora. En un primer momento, la elección de un actor como él, con un rostro tan hierático y particular, parece perfecta para un programa como Ares. Una IA sin sentimientos y emociones, calculadora. Ahí el actor lo borda con su estilo distante y contenido. Pero cuando el propio programa va aprendiendo y creciendo, desarrollando su propia personalidad, Leto no transmite esas sensaciones en la pantalla, quedándose a medio camino y no permitiendo empatizar tanto como deberíamos con él.

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En definitiva, TRON: Ares no es el gran renacer de la saga que Disney prometía. Ni Jared Leto ni sus fuegos artificiales en forma de espectáculo audiovisual futurista consiguen remontar un guion que, aunque lejos de ser lo peor del mundo, en sus mejores momentos solo es correcto. La cinta es pasable, sí, pero mediocre sobre todo por todo el potencial que no saca a relucir. Por lo que más merece la pena es por las sensaciones que puede generar al verla una pantalla IMAX 3D con el mejor equipo de sonido posible.

TRON: Ares se estrena en cines el 10 de octubre.


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