Netflix acaba de estrenar Una casa llena de dinamita, la nueva película de la oscarizada directora Kathryn Bigelow (En tierra hostil). La película se antoja como uno de los estrenos más potentes de la plataforma en 2025. Y es que la cineasta regresa al thriller político con un filme en el que dispara la tensión por las nubes. Pero es que, además, Una casa llena de dinamita cuenta con un final arriesgadísimo que merece la pena explicar.

La historia de Una casa llena de dinamita se centra en un equipo de funcionarios gubernamentales que deben hacer frente a una crisis sin precedentes. Un único misil nuclear no atribuido es lanzado contra Estados Unidos. La amenaza es inminente y la ciudad de Chicago, así como el futuro de la paz mundial, está en peligro. Comienza entonces una carrera contrarreloj para determinar quién es el responsable y cómo actuar para evitar el desastre atómico.

En los compases finales, aún sin saber quién es el responsable del lanzamiento del misil, el presidente de los Estados Unidos (Idris Elba) debe tomar una decisión que cambiará para siempre el destino del mundo. Siguiendo los consejos de los portavoces de los distintos organismos de defensa, tiene que decidir si contraatacar, lo que desencadenaría una guerra atómica que podría acabar con el planeta entero, o quedarse a la espera de saber realmente lo que ha sucedido, dando la opción a sus misteriosos agresores (y al resto de sus enemigos) de volver a atacares por estar en una situación vulnerable y, así, dejarles definitivamente sin capacidad de reacción.

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El final de Una casa llena de dinamita, explicado

Después de pasar los últimos 20 o 30 minutos de película con el presidente, Una casa llena de dinamita llega a su final con todo por decidir. Dan igual los consejos y opiniones que haya recibido. Da igual la formación teórica que le impartieron al asumir el cargo. En última instancia, la película nos muestra cómo la decisión más importante de la historia de la humanidad recae sobre una persona. Un hombre imperfecto como cualquiera.

Porque este presidente es carismático y correcto, pero el filme no le plantea en ningún momento como un absoluto genio capaz de calcular minuciosa y matemáticamente toda consecuencia. Más bien decidirá por instinto, lo que eleva aún más la tensión y el peligro de lo que está por suceder. Pero, cuando va a tomar la decisión, Una casa llena de dinamita termina, llegando a un final anticlimático y muy abierto, sin explicación clara.

Una casa llena de dinamitaUna casa llena de dinamita

La propia directora Kathryn Bigelow ha explicado el por qué de este final tan sorprendente de Una casa llena de dinamita. Para ella, el no mostrar la decisión del presidente le traspasa la responsabilidad a la audiencia. Es el espectador quien debe decidir. Por un lado, lo que creen que haría el gobernante. Por otro lado, lo que ellos harían si estuvieran en su posición. «[Lo hice] para dar pie a debate. Darle al público el momento para decidir qué final quiere. Está en nuestras manos», sugirió en un coloquio en el New York Film Festival, donde presentaron la película.

En definitiva, no hay ni habrá un final concreto y explicado de Una casa llena de dinamita, de Netflix. El desenlace será diferente para cada individuo. Atenderá a varios factores: su ideología política, su posición probélica o pacifista, su moral, su visión buena o mala del ser humano… Cada espectador tendrá su opinión y podrá inventarse su final, y todos serán válidos. Es un desenlace que, evidentemente, resulta rompedor, aunque también es cierto que muchos se sentirán algo defraudados por no tener una conclusión cerrada de la historia.


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