Durante buena parte de este 2025, la economía de Estados Unidos ha mostrado una resiliencia que ha sorprendido incluso a los analistas más optimistas.

A pesar de los tipos de interés elevados y la inflación persistente, los consumidores han continuado impulsando el crecimiento mediante un gasto firme y sostenido. De hecho, las ventas minoristas mantienen cifras positivas y la confianza del consumidor ha recuperado niveles similares a los de 2019, según la Universidad de Míchigan.

Sin embargo, bajo esa apariencia de fortaleza se ocultan señales que preocupan a economistas y mercados. El ritmo de creación de empleo comienza a desacelerarse y las inversiones empresariales muestran un enfriamiento progresivo.

El consumo resiste, pero con un alto nivel de endeudamiento

El gasto de los consumidores representa cerca de dos tercios del PIB estadounidense, lo que explica por qué la evolución de la demanda interna sigue siendo el principal motor del crecimiento.

Los últimos datos del Departamento de Comercio indican que el consumo personal aumentó un 2,2% anualizado durante la primera mitad de 2025, una cifra que, aunque positiva, muestra cierta moderación respecto al año anterior.

La fortaleza del consumo se sostiene sobre bases más frágiles de lo que parece. El nivel de endeudamiento de los hogares alcanzó un nuevo récord: más de 17,6 billones de dólares, según la Reserva Federal de Nueva York.

Las tarjetas de crédito superan por primera vez el umbral de 1,3 billones, y la morosidad en los préstamos al consumo ha subido hasta el 3,3%, el valor más alto en más de una década.

Esta presión financiera erosiona progresivamente el poder adquisitivo, especialmente en los hogares de ingresos medios y bajos, que dependen de la deuda para mantener su nivel de gasto.

Los analistas advierten que los excesos de consumo pueden sostener temporalmente la actividad, pero no son sostenibles sin un mercado laboral robusto y unas condiciones crediticias favorables. Si los salarios dejan de crecer y los tipos de interés se mantienen altos, la capacidad de gasto podría resentirse bruscamente.

El empleo muestra los primeros signos de fatiga

El mercado laboral, considerado el pilar más sólido de la economía estadounidense durante la pospandemia, comienza a dar muestras de agotamiento.

El desempleo ha subido hasta el 4,3%, frente al 3,7% de hace un año, mientras que la creación de empleo privado apenas avanza en torno a 30.000 puestos mensuales, la mitad del ritmo habitual de los últimos tres años.

Según el informe del Bureau of Labor Statistics, los sectores más sensibles al ciclo, como la manufactura y la construcción, han reducido plantillas de forma gradual. Incluso el empleo en servicios —que históricamente resiste mejor en etapas de desaceleración— ha comenzado a estancarse.

Este cambio coincide con una menor demanda de trabajadores temporales y con una caída de las ofertas laborales a mínimos desde 2020.

La relación entre empleo y consumo es directa: cuando el mercado laboral se enfría, la confianza de los hogares se debilita y las decisiones de compra se vuelven más cautelosas.

Si la tendencia continúa, el gasto privado podría experimentar un ajuste durante el segundo semestre del año, arrastrando al conjunto de la economía hacia un crecimiento más lento.

La inversión privada entra en terreno de duda

El otro frente de preocupación es la inversión empresarial, un componente clave del PIB que suele anticipar los ciclos recesivos. En los últimos dos trimestres, la inversión no residencial —que incluye maquinaria, equipos e infraestructuras corporativas— ha disminuido un 0,8%, su mayor retroceso desde 2020.

La inversión residencial, por su parte, se ha contraído en cinco de los últimos seis trimestres, según datos del Departamento de Comercio.

Este comportamiento refleja la debilidad del mercado inmobiliario, presionado por las hipotecas aún cercanas al 7%, lo que ha reducido las nuevas construcciones y encarecido el acceso a la vivienda.

Además, las solicitudes de permisos de obra han descendido un 10% respecto al año anterior, y algunos analistas estiman que el sector podría perder más de 250 000 empleos en los próximos doce meses.

Las empresas, ante la incertidumbre y el endurecimiento de las condiciones financieras, han optado por retrasar proyectos de inversión y reducir gastos de capital, priorizando la preservación de liquidez.

La rentabilidad corporativa, aunque todavía positiva, empieza a comprimirse por el aumento de los costes laborales y los precios energéticos.

Los riesgos que amenazan la expansión

La Fed ha adoptado una postura de “esperar y ver”, consciente de que un recorte prematuro de tipos podría reavivar la inflación, pero un mantenimiento prolongado podría ahogar el crédito y frenar la inversión.

Los economistas de Moody’s Analytics prevén que el crecimiento del PIB estadounidense se modere al 1,6 % en 2026, frente al 2,4 % estimado para 2025, en línea con el debilitamiento del consumo y la inversión. Por su parte, Goldman Sachs advierte que el exceso de deuda de los hogares y la pérdida de dinamismo del mercado laboral son factores que podrían amplificar cualquier shock externo.

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